Y más ‘Recovecos...’

Le conocimos en la plaza de toros Arenas de Quito, en el marco de los años cincuenta. Por cierto, Rodrigo Borja no estaba toreando. La Arenas era también cancha de basket ball (hoy basquetbol) y el joven y mal estudiante del Colegio Americano llegaba con un balón bajo el brazo, listo para un encuentro frente al Mejía. Jugaba también tenis, voleibol y lo que fuera. Cuarenta años después, cuando lucía el título de presidente del Ecuador, Borja nos dio una sorpresa recitando de memoria la nómina de jugadores del colegio La Salle, recordando que allá por 1947 ese plantel fue campeón estudiantil quiteño “con un equipazo”, según sus palabras. “Dos cracks esmeraldeños, Mauro Mercado y Ricardo Plaza -dijo-; un orense, Nervo Gallardo, hermano del futuro general Pepe Gallardo; un gran lanzador de media distancia, Carlos Cadena, y ‘los mellizos’ del básquet quiteño, los habilidosos Rodolfo Arroyo y Jorge Ribadeneira, juveniles en esa época”, remató.

Más tarde fuimos testigos de su infatigable y total adhesión a la política, que le advino cuando dejó a un lado la pelota y las guambritas y se dedicó a estudiar en serio y, con incomparable entusiasmo, a la formación de un nuevo y moderno partido de centro izquierda, la anaranjada Izquierda Democrática. Dio varias vueltas al país -de pueblo en pueblo- y su familia le vio poco durante 20 años. En persona llegó hasta las redacciones de los diarios para entregar -o escribir- sus boletines informativos, invitando a los ciudadanos al ejercicio de una nueva política, olvidándose de las agrupaciones tradicionales. El renovado Rodrigo Borja Cevallos se había propuesto algo más. Carondelet le había subyugado. Fue candidato a la Presidencia en 1979 y en 1984, años en los que triunfaron Jaime Roldós y León Febres Cordero. En 1988 se cumplieron sus sueños y no solo terminó el período sino que logró el título de “buen Presidente”, aunque en un posterior intento no logró repetir su inolvidable victoria.

Vivió innumerables episodios y anécdotas, según recoge su libro de andanzas, relanzado el jueves. Trató con presidentes y anduvo por las alturas. Pero una noche de marzo de 1960 fue -por una vez- ‘terrorista’ cuando, con dos amigos y una minibomba, echó abajo la torre de transmisión de Radio Tarqui para que al otro día no transmitiera la ‘entrada’ a Quito del popular candidato Velasco Ibarra. El ‘Profeta’ se vengó cuando un día sus agentes le dieron una paliza y le mandaron a una clínica. Ya bien repuesto siguió recorriendo por sus recovecos hasta que hace 10 años hizo mutis por el foro y -dando otra sorpresa- no volvió a hablar de política ¿ni lo hará nunca más? Escribir fue su nueva pasión, hasta 16 horas por día. El jueves, al lanzar el libro, fue grato escuchar un reconocimiento más a la honestidad del presidente Rodrigo, a su auténtico respeto a la libre expresión y su nunca desmentida y sincera fe democrática.

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