La confianza en uno de los valores más influyentes en el desarrollo de una sociedad y consecuentemente en el desempeño de un país. Y cuando se la pierde, sobre todo en la economía, los efectos por supuesto son negativos.
En el caso del Ecuador, esa pérdida de confianza se traduce en cifras. Por el lado del sector privado, las cifras del Índice de Confianza Empresarial (ICE) que publica el Banco Central registraron una reducción a inicios de año, sobre todo en los sectores de industria, comercio y servicios. Por el lado de la construcción, la eliminación de la denominada Ley de Plusvalía mantiene optimistas a los empresarios de esta rama.
Ese ambiente de pesimismo no se supera desde el año pasado, por la frustración que tuvo el sector privado, tras los diálogos que se impulsaron con el Gobierno, a través del Consejo Consultivo y Tributario. Como premio consuelo se anunció la instalación de una Mesa de Competitividad, pero hasta ahora no se conocen sus resultados. Esa conducta incluso se refleja en el consumidor y de allí los indicadores en la índice de inflación: seis meses con bajos precios.
La incertidumbre por el tan anunciado plan económico es otro factor que suma a este ambiente en el sector empresarial.
En cuanto al sector público, el cambio de timón en la Cartera de Finanzas revivió esas dudas que se sintieron hace una década, cuando el país fue señalado con el dedo en los mercados internacionales. Esa nominación impactó en la cotización de los bonos ecuatorianos y empujó al riesgo país al alza.
A los agentes financieros no se les olvida lo que pasó con esa declaración de deuda ilegítima y la moratoria en los bonos. Parecía que con el acercamiento del país a los organismos multilaterales se enviaban mensajes de cambio, pero ¿habrá que comenzar de nuevo?
Lo que queda es hacer votos para que los empresarios confíen en el país y no dejen de invertir; y que desde Finanzas exista coherencia en el manejo económico. Al fin y al cabo son otros tiempos y el país espera resultados.