Fortaleza del dólar

La constatación empírica de las tendencias de largo plazo sugiere que las variaciones del dólar no son intrínsecamente demostrativas, sino que el dólar está ahí, arriba, posicionado en lo alto frente a lo que ocurre con las demás monedas del mundo. Es decir, que –figurativamente- en lugar del dólar son las demás monedas las que se mueven en torno a él. Y es lógico porque la moneda estadounidense refleja la cantidad y calidad de la riqueza de los Estados Unidos, que, para bien o para mal, sigue siendo la primera potencia económica y militar, lo que sostiene su estabilidad en un horizonte temporal amplio.

Ahora dicen -quienes toman la temperatura de la economía mundial- que la fortaleza actual de los Estados Unidos determina que el dólar se intercambie con valores menores de las demás monedas, sean euros, yenes, o cualquiera otra, y si, como es probable, suben las tasas de interés aumentará su rentabilidad y, por consiguiente, la apetencia del dólar como refugio actual y como fuente de seguridad en el largo plazo.

Todo esto si el margen de fortaleza del dólar es significativo. Por el momento ya lo es, si nos atenemos a lo que informa W. Spurrier, que desde julio/14 el dólar se ha revalorizado en el 9% frente al euro y en el 8% frente al yen.

Al Ecuador todo esto le afecta en forma ambivalente: ahora y en el mediano plazo esta moneda será más fuerte que las demás y su poder de compra aumentará el valor intrínseco de sus transacciones comerciales, financieras y crediticias.
Para empezar, si el dólar sigue fuerte, el precio del petróleo disminuirá concomitantemente y entonces el Ecuador recibirá menos dólares aunque manteniendo su mayor poder adquisitivo frente al de otras monedas del mundo.

Por otra parte, los países europeos, por ejemplo, verán subidos los precios de nuestras exportaciones en términos de euros, por lo que, en ciertos casos, tenderán a pagarnos menos o a reducir sus compras. En cambio las importaciones del Ecuador disminuirán de precio en la medida que el euro baje su valor frente al dólar, lo cual nos favorecerá porque podremos comprar un poco más desde Europa.

Este análisis ambivalente también es válido frente al yen y a otras monedas menos fuertes de los países con los cuales mantenemos relaciones económicas internacionales.

Así mismo, en los países latinoamericanos el valor de sus monedas disminuirá frente al dólar y el comercio del Ecuador variará en el sentido de que para nosotros serán más baratas las importaciones mientras que nuestras ventas serán un poco más caras y podrían disminuir.

Pero todo es relativo: frente a la paradoja de que nos conviene un dólar débil, la verdad plena solo se sabrá cuando se pueda construir un balance neto en el mediano plazo.

Washington Herrera / wherrera@elcomercio.org

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