El pronunciamiento categórico del presidente Correa sobre la vigencia del dólar como moneda de circulación legal en el Ecuador aleja los temores de desdolarización, tranquiliza a los mercados y da certidumbre a la economía. Por tanto conviene dejar de hablar sobre este tema, para que no sea pretexto de consultas inconsultas, técnicamente incorrectas, promovidas con fines electorales; ni pasto de los fanáticos del pesimismo.
Ahora corresponde que la redacción final del Código Monetario sea inequívoca, especialmente en lo concerniente al manejo del circulante monetario y a la seguridad que deben tener los depositantes de que el Gobierno en ningún momento topará esos dineros.
Así se darán señales claras a los ecuatorianos para trabajar en paz.
Para mantener este clima de certeza que le conviene al país, debe dejarse que los fondos previsionales privados, cuyo manejo es controlado por la Superintendencia de Bancos, puedan seguir funcionando si así quieren los dueños de las aportaciones. No encuentro razón valedera ni política, ni social o económica, para concluir que convenga que estos fondos sean administrados por el Biess, un banco ineficiente y lerdo, que no necesita de más recursos financieros. Si algún fondo en un comienzo ha contado con aportaciones estatales a favor de los empleados, en el momento en que así se decidió esos fondos pasaron a ser propiedad de los beneficiarios, como una contribución compensatoria a las bajas remuneraciones preexistentes. Por tanto ahora son fondos privados de los aportantes.
Esto afectaría a 200 000 familias de la clase media que han decidido libremente ahorrar absteniéndose de consumir, para asegurarse un futuro mejor en los años de la vejez cuando más bien tiene que vivir desahorrando, porque lo del Seguro Social es insuficiente. Esta clase media, que ha ascendido en sus ingresos en los últimos años, ya es políticamente representativa porque está mejor informada y tiene criterios que no necesariamente son los mismos de cuando eran pobres y que seguramente votó por Correa y ahora estará desilusionada. ¿Por qué el Gobierno quiere desgastarse innecesariamente?
Iguales consideraciones sobre la afectación de la clase media, debo hacer respecto al cercenamiento de las utilidades de los trabajadores de las telefónicas, que al ser una decisión abrupta modifica las reglas del juego y da una señal de imprevisibilidad porque la gente dice ¿a qué otras utilidades se afectará sorpresivamente?
Si bien no es equitativo que cuantiosos montos de las utilidades se repartan entre relativamente pocos empleados, la reforma debe hacerse en forma programada y previsible, mediante un esquema de participación decreciente en las utilidades para evitar afectaciones súbitas a los trabajadores.