Es la voz oficial de EE.UU.

Una polémica, política y diplomática, se ha desatado luego de la intervención crítica del Embajador de EE.UU. en un foro empresarial sobre la política exterior del Ecuador. No se trata de expresiones a título personal; todo lo contrario, una frase, palabra o sílaba de ese representante siempre será muy calibrada y producirá inmediatas reacciones, pues un diplomático de ese nivel es como un funcionario público: lo que diga es parte obligada de un contexto político.

De las informaciones, hay un hecho que debe ser resaltado para comprender el incidente en profundidad. La crítica del diplomático se centra en Irán y Bielorrusia. No existe referencia, salvo error u omisión, al caso ruso, cuando en el tablero mundial lo importante es este último y los otros son marginales.

En efecto, es evidente que las tensiones entre Irán y las principales naciones de Occidente han disminuido, pues el país islámico está en una mutación política del extremismo hacia el equilibrio y es probable un acuerdo sobre la política nuclear con la que Teherán tanto alarmó en los últimos años; por eso la protesta o repudia israelita al mismo debe ser interpretado como un aval. El caso de Bielorrusia es diferente, pues carece de connotación en el mapamundi.

El caso de Rusia es diferente por la estratégica posición que hoy ostentan los herederos de la URSS, mucho más, luego de la exitosa jugada de ajedrez y de la presión que ejerció en el momento más álgido de la crisis siria. Como elemento detonante, nuestro representante estatal, desde dicho suelo hizo una crítica muy directa a los EE. UU. por el caso del espionaje internacional. No lo hizo desde la capital ecuatoriana, sino en el territorio de un Estado con el que EE. UU. marca importantes diferencias y desacuerdos.

En el plano de las repercusiones no se esperan efectos directos ni colaterales. Es una página más de las relaciones difíciles de Ecuador con EE.UU. durante el actual Gobierno. Cada vez que se presenta la oportunidad se lanza una piedra de un lado o del otro. Parecen escaramuzas por nuestra parte en materia ideológica o política y drásticas respuestas en materia económica por parte de la potencia. Si fuese un plan estratégico en la órbita geopolítica, la situación sería diferente y hasta grave, pues hay que recordar que aunque se han superado los tiempos, las "zonas de influencias" que se dibujaron en la conferencia de Yalta a fines de la Segunda Guerra, siempre han existido en favor de las grandes potencias.

En un sistema democrático, no se puede desconocer el ejercicio de la soberanía estatal y del Gobierno que lo administra, pero es necesario que se comunique al pueblo las grandes líneas maestras por la que se conduce la política exterior. El escenario es difícil encontrarlo. No se trata de una cadena nacional o de una sabatina y la Asamblea Nacional ya abdicó su espacio; por tanto, se debe crear un canal que en casos extraordinarios como el que antecede, oriente a la opinión pública y fundamente la pretensión de que la democracia puede solventarse en la participación ciudadana. De lo contrario, la soberanía que se ostenta en el frente externo se puede volver imposición autoritaria en el interno.

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