En 1974, antes de que Richard Nixon renunciara por el caso Watergate, el entonces editor del Washington Post, Ben Bradlee, pronunció un discurso memorable. Decía que “siempre los intereses de las personas objeto de reportes entran en inherente conflicto con quienes lo reportan y con el público en general. Es este eterno conflicto el que le da importancia concreta y sentido a la libertad de expresión… Sin esta libertad no hay conflictos, pero sin esos conflictos no hay verdades”. Usando mi libertad de traducción puse en plural verdades, porque considero que un académico -por definición- no cree en la existencia de una sola verdad.
Nada más cierto. Los presidentes en EE.UU., incluso George W. Bush (sobre quien tengo un pésimo concepto) siempre han tomado nota de esto. No imagino a ninguno de ellos corrigiendo opiniones de Maureen Dowd del New York Times, ni siquiera de Klaus Krauthammer del Washington Post, que le inventa cada cosa a Obama, sólo por el placer de ridiculizarlo.
De vuelta al Ecuador, el Presidente de la República ha tenido problemas con mis comillas en un artículo publicado el 9 de diciembre. Es una excelente oportunidad para explicar que el uso de comillas tiene varias formas en idioma español. Cuando no está citando directamente a una persona, nuestra gramática acepta otra forma de comillas: cuando queremos resaltar declaraciones o frases que son vox populi, es decir, que son repetidas por muchos –gente importante y no tan importante entre ellos- como una irónica verdad. Aquello de que “el Presidente manda en todos los poderes del Estado” es algo que lo he escuchado a soto voce y a veces no tan soto voce, a funcionarios de Estado, a diplomáticos, bueno… la lista es larga. Lo infieren elegantemente informes de Amnistía Internacional, Human Rights Watch y en esta semana hasta Baltasar Garzón… A mis estudiantes universitarios siempre les tengo que recordar que este tipo de comillas que connotan ironía o notoria obviedad (lo contrario de denotar o ser literal) deben ser evitados en trabajos académicos, pues son propios de ensayos y de artículos de opinión. ¿Disculparse por el particular uso que demos a las comillas en idioma español? Las palabras serían lo de menos si la realidad del sistema de justicia y del resto de poderes del Estado las contradijeran. Pero vemos que no es así. Y creo que los eventos de esta semana me ahorran cualquier otro comentario.
Yo sí tengo una honda preocupación por la incapacidad de presidentes y políticos en general de reconocer que se han equivocado, de pedir disculpas o de enmendar sus acciones públicas. Y la preocupación es profunda, porque los ataques personales y amenazas, los juicios a inocentes, no es tiempo perdido para mortales como yo o mis colegas, es tiempo perdido para el Ecuador. Los ataques ad hominem nunca, en ninguna sociedad, han generado ni paz ni desarrollo y peor buen vivir.