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Nadie quiere volver al pasado. Por eso dice el correísmo que va a ganar la próxima elección. Por ello, afirma que vamos a una “restauración conservadora”; es decir, de la partidocracia, de las componendas, del neoliberalismo puro y duro.
En las décadas finales del siglo XX, aunque se intentó establecer un sistema político electoral moderno, con partidos institucionalizados y democracia interna, terminó por dominar un escenario en que coexistían partidos de Estado con mayorías relativas en el Congreso y figuras políticas de corte populista o caudillista que dirigían el país con cuotas clientelares.
Aunque era necesario modernizar la economía nacional, los neoliberales impusieron una ideología consagrada a destruirla, e intentaron feriar los recursos públicos, medrar de la producción petrolera, privatizar el IESS, desmantelar el sector público y aislar al país del concierto internacional.
Ante eso reaccionó la ciudadanía del Ecuador y buscó una alternativa. La candidatura de Rafael Correa lo fue. Ofreció un cambio radical, el entierro de la “partidocracia” y hasta el “socialismo del siglo XXI”. Fue así como ganó la elección e inició su gobierno hace más de ocho años.
Pero el correísmo resultó ser peor que la enfermedad. Se fue consolidando como un régimen autoritario, abusivo y centralizador, que superó en ello a las antiguas fuerzas políticas dominantes. En vez de inaugurar una democracia ciudadana profundizó el clientelismo y el manejo tramposo del Estado, revivió viejas tácticas de la derecha y hasta cambió a su gusto una Constitución que en muchos aspectos había sido hecha a su medida.
Prometió cambios agrarios y sociales de fondo y lo que ha hecho es maquillar el sistema con reformas costosas. Ofreció austeridad e instauró el despilfarro y el mal manejo de los fondos públicos. Dijo que pagaría la deuda externa y al final llevó al Ecuador al endeudamiento más alto de su historia. Ofreció el socialismo del siglo XXI pero se dedicó a preparar el capitalismo del siglo XXI.
El correísmo ha hecho cambios. De eso no cabe duda. Pero esos cambios, sin descartar que hay algunos positivos, en su gran mayoría son un retorno a las antiguas mañas y viejas estructuras. Se volvió un caudillismo abusivo como los que han azotado el Ecuador desde su fundación.
El viejo régimen y el correísmo resultaron ser lo mismo. Este último en algunos aspectos mucho peor. Ambos son el pasado. El futuro debemos enfrentarlo superando las percudidas fuerzas que se reencaucharon con Correa o pretenden sucederle.
¿Volver al pasado? De ninguna manera. Eso sería el retorno del antiguo régimen, del neoliberalismo, a la continuidad de Correa o quien vaya a ser su candidato a sucesor. Tenemos derecho a una alternativa que no sea lo que ya sabemos es dañino para el país. Por eso hay que derrotar al correísmo que ya es el pasado.