¡Es tan lindo que nos cuenten cosas! ¿Dónde quedó la buena conversación, esa, a la antigua, que contenía anécdotas sobre el pasado dichas en habla pulcra, sin remilgos ni poses, sencilla y sabia? ¿Desapareció? ¿Qué la ha sustituido? Detengámonos un día a examinar lo dicho en una reunión social, ¿algo merecerá permanecer? No importa al caso, pues escribo esta introducción, no exenta de nostalgia, porque tengo ganas de contar. Veamos si acierto, y si mi cuento es digno de su origen.
No es anécdota mía: es lance genial, narrado por el mismísimo Cervantes en el Quijote, obra maestra de la humanidad.
Cuento con aproximación dicha aventura (que todo en el Quijote es aventura lo sabe hasta el desventurado individuo que nunca leyó la maravilla de este libro): El regidor de un pueblo castellano perdió su burro en el bosque y, deseoso de encontrarlo, convino con un vecino, rebuznador reconocido por su destreza, en ir en busca del pollino y rebuznar cada uno en diversas partes de la arboleda, para atraer al animal con sus voces y llevárselo a casa.
Así lo hicieron, cada uno por su lado. Y percibieron el realismo de sus pollinas voces, porque, creyendo que el rebuzno escuchado era el del borrico, volaban al sitio de donde provino la llamada asnal y se topaban con su paisano, engañado también por la huella sonora de su regidor. Al encontrarse, admirado cada uno de la perfecta burrada del otro, se lanzaban elogios como este: “digo yo que de vos a un asno, compadre, no hay diferencia en cuanto al rebuznar, porque en mi vida he visto ni oído cosa más apropiada”.
Y el elogiado respondía en tono similar… Así, quedaron en rebuznar cada uno dos veces, a fin de distinguir sus rebuznos de la llamada del burro perdido en la floresta.
Cansados los rebuznadores porque sus rebuznos no les devolvían al rucio perdido, descubrieron el esqueleto del asno comido por los buitres y volvieron a la aldea a contar a todos lo acontecido en la busca del asno, alabando mutuamente la gracia de cada uno en el rebuznar del otro.
Y de tanto alabarse sus asnales hazañas, cundió en la comarca el cuento de la habilidad del pueblo entero en el rebuzno, Y de allí, a tener por jumentos a sus pobladores, no hubo sino un paso, que no tardaron en dar… Como una vez escribí: ‘Pocas habilidades humanas habrá tan dignas de recordarse como la de rebuznar con tal maestría, que no haya burro en el mundo cuyo rebuzno iguale el del humano rebuznador’. A tal desorbitada destreza, Cervantes dedica dos capítulos de su inimitable libro.
Si buscamos alguna lección de esta inusitada gracia de regidor y compadre, no será la de lamentar no ser hábiles en el rebuznar, pues hay habilidades, y alabanzas de esas habilidades, que para siempre pueden concitarnos fama de burros… Aplique usted este cuento como mejor le convenga: yo solo sé que contarlo fue muy lindo.