La Asamblea llegó a su límite. La legislación se fue al limbo, el sitio de moda, destino de lo imposible, en el que está estancada la fiscalización desde el primer gobierno de la revolución ciudadana. Aunque muchas personas le dan el mérito de esta situación al presidente de ese organismo, hay que ser justos y decir que, si bien es verdad que él ha hecho sus mayores esfuerzos para demostrar toda la magnitud de su impericia, el problema es más complejo y tiene raíces más profundas. Las causas vienen de un sistema político mal diseñado, que no parece fruto de las brillantes mentes que se congregaron en Montecristi porque mantiene todos los defectos que produjeron la ingobernabilidad en las décadas pasadas. Es un sistema diseñado para funcionar adecuadamente solo cuando hay una fuerza política que obtiene la mayoría absoluta, pero es un desastre cuando aquella mayoría no existe y debe ser conseguida por medio de alianzas.
Los bloqueos de estas últimas semanas son las expresiones de esa realidad. Cuando iba finalizando la semana se hacía evidente que la solución más probable estaría en la aplicación de la muerte cruzada, ese curioso procedimiento que supuestamente obliga a que se vayan todos, asambleístas y presidente de la República, pero que en realidad le dejaría a este último gobernando en solitario y con todos los poderes.
En efecto, si el Presidente toma la iniciativa de disolver a la Asamblea, supuestamente él también deberá dejar su cargo, pero lo hará solamente cuando se posesione su sucesor. A este hay que elegirlo, pero no está fijado el plazo para la realización de las elecciones, de manera que el presidente actual podrá quedarse por un tiempo que, al día de hoy, es indefinido. En ese período asumirá poderes legislativos, ya que podrá expedir decretos con fuerza de ley sin más impedimento que alguna observación de la Corte Constitucional. Se trata, por tanto, del escenario perfecto para aprobar por sí y ante sí las leyes que han sido bloqueadas en la Asamblea. Solo tendrá que firmar un rosario de decretos que entrarán inmediatamente en vigencia. Una vez hecho esto podrá entregarse a sí mismo el poder si, según declaración propia, se ve obligado a reelegirse porque no ha habido otro mejor.
Pero -siempre hay peros- el problema puede presentarse en la conformación de la próxima Asamblea.
Hay que considerar que Alianza PAIS tuvo 61,5% de los puestos en la Constituyente y para la actual bajó al 43,6%. Si esa tendencia se mantiene y a la par crecen algunos partidos de oposición, se conformaría el mejor escenario para desmontar las leyes expedidas en el período de gobierno solitario.
Desde el fondo, García Lorca susurra: voces de muerte sonaron…