Violencia, protesta, represión e indígenas

La violencia se vuelve parte de la protesta, cuando Ecuador fue ejemplo de protestar sin una confrontación belicosa. La protesta ya no tiene un eje de propuestas ni un solo promocionador; ya son varios. La represión no la frena y devalúa más la imagen gubernamental.

El Gobierno ya no está en sus primeros años de encanto con la población. Pero, más persiste en sus posiciones, más revela sus lados negativos e incrementa el rechazo y contestación. Si es así ahora ¿qué será cuando se apruebe las enmiendas, aunque sea diciembre? Le conviene rápido abandonar sus enmiendas.

La protesta creciente, con más reivindicaciones, es fruto de haber represado los conflictos y del afán gubernamental de destruir las organizaciones para tener unas sumisas; es decir, que no expresasen lo que a la sociedad preocupa, sino sean un eco del poder.

Así aconteció al final de los militares. Se represaron los conflictos y las organizaciones, pero al bajar la legitimidad del gobierno y la protesta al abrir espacios de expresión, salieron conflictos y demandas por doquier. Es la complicada herencia de Correa; como entonces, vendrán restricciones del gasto público, menos entradas y abultada deuda a pagar, lo que lleva a los ajustes que integran a muchos descontentos en la protesta. Conflictiva e inestable situación social.

La polarización política y los vejámenes, chantaje y coerción crean exasperación. La represión y los enfrentamientos con la policía crecen. Es uno de esos resultados. También la intransigencia de algunos manifestantes, por ejemplo al querer entrar a la Plaza de la Independencia. Un gesto inaceptable, una provocación que desfigura la protesta. Pero, bien pudo también haber provocación, programada, para que el anuncio de que habrá violencia sea un hecho. Ello desprestigia la protesta y le permite al Gobierno avanzar a la ‘venezualización’: represión en nombre del complot.

No por azar la represión violenta, tuvo dos blancos: desalojar a los contestatarios, con cientos de detenidos, contusos y heridos; y la violenta represión selectiva contra dirigentes clave para amedrentarles como a S. Quishpe, C. Pérez G., o a dirigentes ecologistas, incluso deteniendo a la madre de uno de ellos (Puyo).

Medir fuerzas con actos paralelos a la protesta preparó los ánimos para el enfrentamiento.

Igualmente, Saraguro, Cotopaxi, Imbabura y el sur de la Amazonía viven confrontaciones, la policía ataca con saña y los contestatarios doblan su desenfado. Debería estudiarse por qué esto acontece con los indígenas. Hay un auge de afirmación que expresa su descontento e indignación, y ahora confrontación.

Entre tiempo, en la sociedad crece el sentimiento de simple rechazo, lo que es mal signo para tener una sociedad activa, gestora de ideas y propuestas. Descomponer la sociedad tiene sus efectos y a la larga heredaremos una sociedad postrada. Triste.

jleon@elcomercio.org

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