No es percepción. Es evidente que crecen la agresividad y la inseguridad, en forma alarmante, en los diversos espacios públicos, lo cual se aprecia más en los graderíos de los escenarios deportivos, donde muchas veces las “barras” se enfrentan sin sentido, ya que se trata de competencias deportivas, que más bien deberían propender al mejoramiento de las relaciones entre los aficionados a tal o cual disciplina.
Lo cierto es que muchos padres de familia prefieren no llevar a sus hijos a estadios y coliseos por el comportamiento y el vocabulario soez que utilizan, en coro, grupos de aficionados y las peleas anotadas.
El reciente asesinato de una dirigente de Sociedad Deportiva Aucas (que en principio se creyó equivocadamente que se debía a una rivalidad deportiva) dio lugar a una serie de análisis sobre la agresividad e irrespeto que se observan en algunos recintos, en varios casos con resultados trágicos y, entre otras conclusiones, se estableció que es un problema que atañe a la sociedad toda, que se agrava por los malos ejemplos provenientes de otros países.
La situación es más preocupante por la desacertada decisión del Ministro del Interior de negar la asistencia de la Policía a los estadios de fútbol, en respuesta a la actitud de un grupo de desadaptados que lanzó a una zanja a un gendarme, cuando trataba de apaciguar los ánimos y frenar una riña colectiva. Se considera desacertada la medida dictada por el alto funcionario y que tan solo sea una advertencia, pero que quede sin efecto, ya que la Constitución establece en el artículo 158: “La protección interna y el mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional”. Desde luego debe sancionarse en forma ejemplar, con sujeción a la ley, a los autores de la agresión al miembro de la institución policial.
Con esta ocasión también se puso de manifiesto el comportamiento indebido de quienes deben ser auténticos paradigmas en ese campo, comenzando por dignatarios de alta jerarquía, que, más bien, hacen alarde de frecuentes enfrentamientos, vocabulario inapropiado, descalificación a sus contendientes, etc.
En uno de los coloquios en los que se trató sobre la agresividad de diverso orden que se produce en los escenarios deportivos se planteó la necesidad de que se realice una especie de minga permanente, en la que colaboren autoridades, maestros, padres de familia y, en especial, los dirigentes de los conjuntos que intervienen en los diversos torneos y los cabecillas de las barras para que estas actúen con cordura y eviten actitudes hostiles, provocaciones a los rivales, en fin, comportamiento violento, ya que, en caso contrario, no se sabe hasta donde llegaría este problema que aún puede controlarse.
Es hora de frenar la agresividad que impera en algunos escenarios deportivos