El 'Viernes negro' del euro

gmaldonado@elcomercio.org

Anteayer, el precio del euro se fue de nariz: pasó de 1,254 a 1,239 dólares en cuestión de horas; una caída de 150 diezmilésimas o “pips” (points into the price), equivalente a 120 puntos básicos o -1,2%. Fue, a mi modo de ver, el “Viernes negro” de la moneda europea, pues terminó vendiéndose a precios de saldo.

La depreciación abrupta del euro no es fortuita. Se debió a las declaraciones hechas, ese mismo viernes, por el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, asegurando que hará “todo lo que deba hacer para aumentar la inflación y las expectativas inflacionarias”. ¿Qué significa todo esto?
Hay el riesgo de deflación en Europa: una situación donde los agentes económicos dejan de consumir y de invertir hoy porque saben que los precios van a ser significativamente menores en el futuro.

Ninguna economía puede crecer y generar empleo si deja de consumir e invertir. Por esta razón, Draghi contempla la posibilidad de comprar una porción importante de los activos financieros que están en manos de los bancos europeos, para que esas instituciones puedan colocar nuevos créditos con aquel dinero fresco.

Esta política –conocida en la jerga como “quantitative easing” (QE)– no está exenta de polémica y riesgos. Consiste en comprar, con dinero electrónico, cartera de crédito o bonos de Gobierno en poder de los bancos, para que sean colocados en nuevos préstamos, esta vez de largo plazo y a tasas bajas.

La compra de esos activos es financiada con emisión inorgánica pura y dura que podría, a la vuelta de la esquina, no solo eliminar la deflación sino desatar una subida de precios igualmente perniciosa para la sociedad.

Está también otro problema: no hay garantía de que esa liquidez adicional vaya a financiar operaciones de consumo e inversión de hogares y empresas europeas. Bien podría ser que ese dinero nuevo se destine a operaciones especulativas en bolsa o a créditos en el exterior.

Japón es pionero en la utilización del QE, con resultados positivos. Para evaluar la aplicabilidad de esta política en otros países habría que analizar la calidad de las instituciones que llevarían a cabo y supervisarían una iniciativa como esa. El dinero fácil que suministra el QE podría dar pie a muchas distorsiones y malos manejos en países donde aquellas instituciones no sean manejadas con independencia.

Gracias al QE, Japón –que tiene un sólido andamiaje institucional– sale del estancamiento pero pagando un costo alto por ello: la severa depreciación de su moneda. Esta semana, el tipo de cambio japonés visitó la barrera de los 119 yenes por dólar, disminuyendo fuertemente el patrimonio de sus ciudadanos.

Un costo similar deberá ser asumido por Europa y su moneda que anteayer dio un aviso más de lo que vendrá.
@GFMABest

Suplementos digitales