Entre los recuerdos más apacibles que guarda mi memoria está el canto gregoriano de las letanías de la Virgen, aunque no podía entender lo que decían cuando se cantaba en latín, la cadencia de la música y la rítmica enumeración de las invocaciones, tenían algo que resultaba cautivante. Umberto Eco explica en su último libro, El vértigo de las listas, la fascinación que han ejercido en todos los tiempos las listas, los catálogos y las enumeraciones.
Inspirado por un encargo del Museo del Louvre, Eco decidió repasar las innumerables listas que recorren la historia de la cultura occidental, para descubrir su misterio y descifrar su encanto. Comienza con el catálogo de las naves de la Ilíada, pasa por las listas de ángeles y demonios, e incluye las enumeraciones, aparentemente caóticas de El Aleph. El personaje de Jorge Luis Borges también “sintió vértigo y lloró ante el problema central e irresoluble: la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito”.
Los ecuatorianos y ecuatorianas no estamos listos ni están listas para hacer “listas”, porque no somos amantes de la investigación y carecemos de disciplina y constancia. Nos conmueve más la abstracción de la definición conceptual que la descripción minuciosa de todas las partes del objeto. Pero si hiciéramos listas y las interpretáramos, descubriríamos que ellas exhiben nuestros amores y nuestros temores. Por ejemplo, la lista de improperios contra los medios y los periodistas que el Presidente ha construido y alimenta constantemente, revela la imagen maliciosa que tiene de la prensa y que pretende sembrar en la imaginación popular.
Si analizáramos las listas de los ministros que ha tenido la actual administración, sería posible advertir que la larga lista de funcionarios se reduce a una corta lista de amigos que se dan las vueltas por todos los ministerios como si cambiando de oficina cambiaran de especialidad o como si tuviera sentido hacer lo mismo en todas las oficinas.
Si construyéramos la lista de funcionarios de todos los gobiernos, podríamos detectar que se repiten los nombres y las personas, en los gobiernos democráticos y en los dictatoriales, en los de izquierda y los de derecha; que se repiten las acciones, se repiten las consignas y se repiten los resultados.
Ahora mismo se fabrican listas, según los políticos más suspicaces, de los pueblos que votaron Sí y los pueblos que votaron No en la consulta popular, para repartir premios y castigos con las obras y los presupuestos. Cuando se hacen listas de leales y de traidores en la Policía, en los medios de comunicación, en el cuerpo diplomático, en la empresa y en la ciudadanía, es imposible construir un país. Es la hora de destruir las listas divisorias y elaborar el catálogo de problemas que debemos resolver entre todos.