Verdades mentirosas

La obsesión por controlar la “verdad” es una de las manifestaciones de los regímenes totalitarios sin importar su signo ideológico, en esto ser de izquierda o derecha es irrelevante, quien ejerce o pretende ejercer el poder absoluto buscará erigirse en su “dueño”.

Para conseguirlo deben enfrentar a los que representan intereses de clase, de acuerdo a la teoría marxista. Hay quienes saben que mienten, otros están alienados, se han vuelto incapaces de reconocer la verdad, por el bien de la sociedad se organizan un estructura estatal para cuidar de la “verdad”.

En primera línea están los ‘productos comunicacionales’, la propaganda, para demostrar qué interpretación es la correcta y las equivocaciones y embustes de los “odiadores” y despistados.
Para alcanzar asegurar la verdad es necesario disponer del uso de la fuerza, para ello se aprueban leyes que establecen requerimientos de veracidad que serán calificados por un funcionario.

¿Cuál es el estándar de veracidad a aplicar? La verdad oficial. Basta que una queja provenga desde el oficialismo para que se considere probada y se aplique la ley. 
Finalmente están los jueces, la “justicia”, para darles la razón y sancionar a los mentirosos. No se persigue ideas u opiniones, afirman, los procesados son los “calumniadores”, los farsantes.

Las condenas judiciales así lo prueban.
La verdad tiene dos dimensiones, la una objetiva, la correspondencia de una descripción con el objeto descrito; la otra es interpretativa, la asignación de un sentido a los hechos. En esta segunda dimensión la verdad es resultado de las valoraciones, juicios y análisis.


Cuando se sanciona por una caricatura, un libro de investigación, un artículo de opinión, una denuncia por un posible caso de corrupción, un tuit dirigido a un político a lo que suele considerarse falso es la interpretación de ciertos hechos, esto tiene un efecto devastador para la transparencia, para la democracia.

Pese a lo doloroso de cada caso (al final es irrelevante que se cobren, o no, las indemnizaciones, que una persona efectivamente vaya a la cárcel o el monto de la multa) el efecto más grave es el silenciar, intimidar, cualquiera podrá ser juzgado por interpretaciones incómodas de la realidad.

Los cancerberos de la verdad tienen las llaves de la persecución, del uso de la fuerza, de la cárcel, la multa, la rectificación. Claro que hay gente que miente deliberadamente y que debería responder por ello, pero ¿existen condiciones para procesos independientes? ¿En qué casos se sanciona por mentir, por tergiversar o por ir contra las verdades oficiales?


Quien afirma que existe plena libertad de expresión en el Ecuador porque puedo escribir esta columna, por las críticas que se dirigen al Presidente o por las manifestaciones de inconformidad con la situación actual, se olvida que el problema mayor está en lo que no se dice, en los silencios, en lo que no llegaremos a conocer en tanto controlen la verdad.

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