Venezuela no da más. El absurdo. Nicolás Maduro, heredero político de Hugo Chávez y ganador de las elecciones presidenciales, ha mostrado hasta el cansancio su inoperancia, poca vocación democrática y limitada comprensión de la política.
La caída del precio del petróleo cambió el mapa que había obnubilado a la clase política venezolana de la época del bipartidismo y a los pseudo revolucionarios bolivarianos con el mismo efecto hipnótico.
Nicolás Maduro desató una feroz represión ante las protestas estudiantiles, ciudadanas y de la oposición política. Los líderes presos contra toda lógica son muestra fehaciente de esa concepción autoritaria del poder. Mucho antes con Chávez se había desatado una guerra contra la libertad de prensa y la tenencia privada de los medios que acabó con unos cuantos, calló a periodistas y dejó en el horizonte a los complacientes o a los propagandistas acérrimos.
Pero la tortilla dio vuelta.
La Asamblea Nacional está dominada por varias fuerzas combinadas de la Mesa de Unidad Democrática, que agrupa a derechistas, liberales y socialdemócratas.
El Poder Ejecutivo, hegemónico y autoritario, no está acostumbrado a gobernar en minoría y arremete contra la mayoría.
El referendo que la oposición pretende para buscar la revocatoria del mandato del Presidente lo quiere boicotear erigiéndose en controlador de las firmas ciudadanas. Inaudito. Maduro afronta una presión internacional grande, no es solo del imperialismo, siempre usado como pretexto para justificar su radicalidad.
El Presidente de siente inseguro y moviliza a las FF.AA. Un peligro sería enfrentar a los venezolanos.
El secretario de la OEA, el izquierdista Luis Almagro, le ha criticado y Maduro le imputa ser agente de la CIA. Una idea ridícula. Quizá el veterano y ocurrido expresidente uruguayo José Mujica tenga razón cuando dice que ‘está loco como una cabra’. ¿Qué dirán las cabras?