Colombia y Perú ya tienen Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, mientras que el Ecuador no lo tiene. Con los vecinos con sus TLC, nosotros nos quedaremos con lo malo de esos tratados, beneficiándonos con casi nada de lo bueno.
Un Tratado de Libre Comercio tiene varios objetivos. Uno de ellos es reducir los aranceles que se cobran entre los países firmantes. En otras palabras, bajar, si es posible hasta cero, los aranceles que Estados Unidos le cobra a los productos colombianos y hacer lo mismo con los productos norteamericanos importados por Colombia.
Un TLC también busca poner las mismas reglas para las inversiones norteamericanas en Perú que para las inversiones locales, al igual que equiparar las normas para las inversiones peruanas en Estados Unidos con las normas que regulan a las inversiones norteamericanas. En esos tratados se trata de crear mecanismos para solucionar controversias entre los países y de reducir cualquier traba al comercio, entre otras cosas.
Pero volviendo al tema de comercio, el hecho es que los aranceles que cobra el Perú a los productos norteamericanos están cayendo rápidamente, mientras que lo que cobra Colombia empezará a caer desde enero del próximo año. Nosotros, por nuestra parte, “altivos y soberanos” no moveremos ni un punto los aranceles que cobramos a los productos del “imperio”.
La contraparte es que el mercado de los Estados Unidos está haciendo lo mismo para los productos peruanos y desde enero lo hará para los colombianos. Eso, evidentemente beneficiará a los productores de los países vecinos que accederán con bajos aranceles y con pocas trabas al mercado más grande del mundo.
Y nosotros estamos en el medio. Atrapados entre dos países a los cuales van a poder entrar sin problema los productos norteamericanos, dos países con los cuales tenemos una extensa frontera, lo suficientemente porosa como para que cualquier cosa que entre a Colombia o Perú pueda pasar de contrabando al Ecuador.
Es decir, a través de nuestras fronteras, informalmente, vamos a estar con un arancel muy bajo con los Estados Unidos, pero nuestros productos no tienen ninguna manera “informal” de entrar a ese país con menores aranceles. En otras palabras, al no firmar nos quedamos solo con lo malo y no obtuvimos nada de lo bueno de un TLC.
Para tener una idea de las magnitudes, el año pasado el Ecuador importó USD 5 400 millones de los EE.UU., Perú importó una cantidad similar y Colombia el doble. Claro que quizás nos beneficiemos en algo exportando materias primas a Colombia y Perú, para que, a su vez, esos países las elaboren y reexporten hacia Estados Unidos.
Pero ese es un muy mal premio consuelo, tan malo que no puede mejorar ni con los discursos de soberanía y altivez.