Estimado Sr. Milton Luna:
Si no lo felicito por este estupendo artículo, luego de haberlo leído muy detenida y analíticamente, no me sentiría un hombre honesto ni justo. Debo hacerlo y agradecerle por tan sobrios y verídicos conceptos. ¡Viva!
La experticia (conocimiento+experiencia), que no la tienen los polluelos PhD, la tienen y de sobra “los viejos maestros”, muchos de ellos profesores de las egregias universidades donde “los recién salidos del cascarón” aprendieron a piar o a graznar. Algo ellos no aprendieron de sus venerables maestros o “no asistieron a esa clase”.
“Al maestro, con cariño, hay que dignificarlo, agradecerle sus sabias y lúcidas enseñanzas y, si se puede, superarlo (ese es el sueño y el fin del verdadero maestro) pero jamás humillarlo y estigmatizarlo por ser viejo”.
Tuve la suerte de estudiar y obtener mi profesión de Médico Cirujano General, en la más importante e imponente Universidad del Ecuador, mi querida y adorada Universidad Central, en la cual tuve la suerte y privilegio de tener “viejos Maestros, íconos de la Medicina patria”; además, de estudiar varios posgrados en universidades tanto de Europa, USA y Latinoamérica, muy prestigiadas y valoradas mundialmente hasta la actualidad.
En todas ellas, sin excepción, se rinde culto y se venera y atesora como joya fina al “viejo maestro” y se lo tiene como “un puntal vital” y generador de prestigio y caché de dichos templos del saber, y por el contrario, no se les cruza a sus directivos jamás la desdichada y calva idea de jubilarlos “por viejos”.
Aquí, en el Ecuador, se traen “viejos pensadores” extranjeros, inigualables, a que dicten cátedra del saber, pero se “desechan a sus pares ecuatorianos” sin pena ni gloria. ¡Qué ironía más peluda del siglo XXI!