La política nacional se parece a una vaca loca, de esas de las que saltan chispas en las fiestas populares, haciendo correr del susto a los participantes mientras los danzantes y diablos hacen de las suyas entre el público.
La pirotecnia parece ser el arte de la política y su vicio y expresión mayor, la farándula. ¿Qué tendrá Carondelet que hace que quienes han pasado por ahí canten, bailen y hagan piruetas? ¿Por qué la política nacional se ha convertido en un gran escenario en el que los mandatarios aman el micrófono como si fueran participantes de un programa de talentos de esos que están tan de moda? ¿Se tratará del factor X? ¿Eligieron gobernantes o cantantes?
Un día lanzan el petardo de una ley de tinte facho cuyo articulado produce calosfríos. Una semana de discusiones sobre el mamotreto de Zobeida con el que se pretendía regular el comportamiento de los niños, de los jóvenes y de los viejos en su casa, en la escuela, con normas del manual de Carreño, metiéndose en la intimidad de las familias.
Otro día el becado desempleado que ha sido hijo de burócrata se vuelve parte de la comidilla y, al siguiente día, el académico-funcionario plantea la redistribución de la riqueza haciéndose eco de las viejísimas telenovelas mexicanas, como ‘María, la del barrio’, en donde la mujer pobre encuentra un galán adinerado que la hace feliz.
Y otro día más, lanzan a la guerra a jóvenes tuiteros o, lo que es igual, a un ejército de gentes dispuestas a insultar para ganarse el pan de cada día, a husmear en las redes sociales y en los medios de prensa para desprestigiar a quien se atreva a hacer algún comentario que contraríe al poder. Y para rematar, cantan y bailan, aduciendo la alegría y la energía que tiene la juventud, divino tesoro, mostrando la mejor cara de la decadencia del populismo.
La pirotecnia de la política nacional hace que cada semana nos haga salir corriendo el estruendo de un petardo.
Mientras tanto, se aprueban más impuestos y ajustes económicos incluidos el dinero electrónico porque, parece evidente, no hay billetes; se destapa la olla de grillos de los ‘Papeles de Panamá’ con algunas salpicaduras para el país, que no está al margen de las corruptelas del mundo y en la que salen embadurnados los unos y los otros; se inician los trabajos en el Tiputini, en el Parque Nacional Yasuní (ya, ya, dirán que no está en el Parque pero, quien conoce y sabe de geografía, sabe que el pozo está fuera de la llamada Zona Intangible, más no fuera del Parque) con un petróleo que vale menos cada día.
Mientras saltan las chispas de la pirotecnia, se procura evitar que la gente se movilice porque aún se queda mirando al cielo, a la lluvia de estrellas y de colores, con la que se tapan las miserias.
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