Como un signo o maleficio, la historia del Ecuador ha estado marcada por períodos de estabilidad política directamente vinculados con épocas de bonanza económica en un país agroexportador y ahora petrolero. Siempre en el marco de una economía primaria y sin réditos que sumen el valor agregado que caracteriza a la industria. Para evidenciar esta relación es importante recordar que de 1912 a 1925 la exportación del cacao marcó la economía nacional; de igual manera, el período de 1948 a 1961 fue identificado con el auge de la producción y exportación del banano; de 1972 a 1978, por el despegue del petróleo y en los últimos años por los altos y sostenidos precios de ese producto en el mercado internacional, que se mantienen desde el 2007. Durante todas estas etapas la estabilidad política e institucional de la República se consolidó, aunque por factores propios de la idiosincrasia vernácula, nunca se previó que los tiempos no eran eternos y que alguna veces las vacas suelen bajar de peso.
Por eso, cuando la exportación de los productos decayó, la afectación de la sociedad fue global y la estabilidad se hizo pedazos. Los registros de volatilidad política de 1925 a 1948 son impactantes. Los costos los pagamos con la invasión de 1941 y la mutilación jurídica que se consagró el 29 de enero de 1942, en Río de Janeiro. No menos calamitoso y hasta cómico fue lo que sucedió entre 1995 y el 2007 en los que el trono de Carondelet fue testigo de burdas escenas de histrionismo. Renunció un vicepresidente de la República, otro mandatario fue declarado demente por legisladores fungiendo ser psiquiatras; una asonada liderada por indígenas y militares cobró la factura de la crisis bancaria y otro primer mandatario fue destituido por no saber cómo se meten las manos en la justicia. No es que la economía no afecte a la estabilidad política en cualquier sociedad, pero son muy graves los casos donde la falta de prevención, de acuerdos nacionales o de una enraizada vigencia del estado de derecho impiden sortear las graves crisis sin tener que recurrir a la marchita e ineficaz receta del golpe de Estado.
Desde el 2007, el Ecuador ha vivido una bonanza económica y estabilidad política. En ese entorno y ante la falta de alternativas se aplicó con ejemplar disciplina la receta estratégica del socialismo del siglo XXI: sustitución del antiguo orden; Asamblea Constituyente por decreto, elaboración de una Constitución del Estado a la medida, con dos soportes básicos: el Consejo de Participación Ciudadana y la eliminación de la contabilidad electoral de los votos nulos y blancos, para facilitar con holgura la primera mayoría.
Una conclusión de esta perspectiva sobre la política y la economía permite percibir que en el Ecuador de hoy, muy por encima de la reelección indefinida, se encuentra la estabilidad económica del futuro. Esto sucede cuando las vacas son gordas…
Una especie de “ pay-per-view”.
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