¿Quién escribió -la pregunta no me parece ociosa- el discurso que leyó la presidenta de la Asamblea? Mal redactado, con puntuación escolar, lleno de mayúsculas innecesarias, contradictorio y oscuro, jactancioso y banal, recargado de inexactitudes, frases hechas, consignas desgastadas y lugares comunes, invocando personajes de distinta significación histórica (algunos falsamente paradigmáticos), atentando contra la lógica y mezclando sin sentido épocas y realidades, cae en una retórica insustancial pasada de moda, hace gala de una erudición cosmética y huera y termina siendo una demostración palmaria de maniqueísmo, falta de claridad conceptual y penosa confusión mental. Es un bodrio.
En el discurso hay algunas inexactitudes sobre Tomás Moro y su ‘Utopía’: que el libro fue escrito en 1517 (en realidad, la segunda parte en 1515 y la primera en 1516); que Amauroto está cerca de la isla (no, es su capital y, por lógica, está en su territorio); y, para terminar con ensordecedores aplausos, que Moro fue decapitado, entre “otras razones”, por haber escrito esa obra, que “debe haber molestado a los señores feudales de esa época”, y por haberse adelantado “a las sociedades que ahora tratamos de construir”. ¿Cómo es posible que una persona que dice conocer ese texto clásico, cuya lectura recomienda con entusiasmo, incurra en burdos errores? ¿En qué sentido puede ser paradigmática para el siglo XXI una sociedad ideal imaginada a partir de la Inglaterra de principios del siglo XVI, con un príncipe cuyo cargo es “de por vida”, con esclavos encargados de los servicios que “suponen un poco más de suciedad”, que apoya políticas de expansión y de guerras con fines coloniales, que impone torturas corporales y la pena de muerte, la dependencia de la mujer (“son las mujeres servidoras de sus maridos”), la prohibición de viajar sin autorización del príncipe y, en resumen, contrariando numerosas anticipaciones geniales del propio Tomás Moro, que es excesivamente regulada y planificada, hasta llegar, negando sus objetivos, a ahogar la vida privada y a eliminar la libertad personal? El utopismo es teóricamente contrario al socialismo ‘científico’. Marx y Engels, en el ‘Manifiesto del Partido Comunista’, calificaron a las utopías de “fantásticas descripciones de la sociedad futura” y afirmaron que son el producto de un insuficiente desarrollo histórico y de una “forma rudimentaria de la lucha de clases”. Al socialismo y el comunismo crítico-utópicos, resumía Ernesto Mascitelli, “sin desconocer nunca sus méritos, se opone el socialismo científico, que no compondrá ‘novelas’ sobre una sociedad ideal futura pero que estudiará el ‘movimiento real’ que lleva a la transformación de la sociedad. La utopía, como ´receta para las cocinas del futuro’, es rechazada por Marx y por Engels”.