Columnista invitado
La coyuntura económica actual muestra la presencia de un déficit fiscal que se ha ido reduciendo por un agresivo endeudamiento público que ya está cerca del 40% del PIB, un techo que se fijó años atrás y que ahora quieren superarlo hasta donde necesiten cambiando la metodología de medición de la deuda pública interna.
Los ajustes al gasto fueron de USD 2 220 millones sobre una base de 36 mil millones originalmente aprobado para el Presupuesto General del Estado, pues todo el sector público circunda los 45 mil millones. Para el 2016 se menciona que el Presupuesto estatal, no consolidado, no superará los USD 30 mil millones. El desequilibrio comercial al mes de agosto es USD 1 400 millones, cifra que asoma poco preocupante pero lo es cuando se la inscribe con reservas internacionales escuetas como son los aproximadamente 400 millones que mantiene el Gobierno en el Banco Central.
Los USD 3 000 millones adicionales que pintan las reservas son de otros dueños: el IESS, los gobiernos seccionales y, fundamentalmente, el sistema financiero público y privado; es decir, plata del público. ¿Puede el Gobierno acceder a todo ese monto? Sí puede pero no debe por cuanto son fondos distintos del Gobierno.
A esto se suma la reducción de los depósitos bancarios que en el caso de la banca privada ya se acerca a los USD 4 000 millones en los últimos 8 meses, según la propia Superintendencia de Bancos. Esto se acompaña de la reducción delcrédito con la consiguiente caída de capital de trabajo de las empresas y el deterioro de la cartera del sistema financiero. El Fisco se encuentra atrasado con buena cantidad de contratistas y con las empresas petroleras privadas, en un contexto de baja producción de crudo.
Con las previsiones de recesión económica para el 2015 y 2016, no podemos darnos el lujo de aplicar “paños tibios”, pues eso significaría solamente diferir el problema.
Adolecemos de un serio problema de liquidez, tenemos un desequilibrio fiscal y externo de difícil financiamiento, no tenemos reservas internacionales suficientes y no contamos con un centavo de ahorros fiscales, el sector privado se encuentra escéptico de participar, la imagen internacional del país es pobre, el crédito internacional está saturándose y lo que llega es en condiciones onerosas. Ni las carreteras ni la alharaca del cambio de la matriz productiva nos sirven ahora para paliar esta realidad. Por ello, se requiere con urgencia un real, disciplinado y ordenado programa económico.
Es inaplazable un correctivo al tema subsidios pero debe ser total, no parcial, así como reducir el presupuesto estatal en las proporciones necesarias, al tiempo de adecentar la credibilidad externa del país. Aviones, sabatinas, publicidad, 45 ministerios, nueva infraestructura burocrática, canales, radios y periódicos estatales, carros, viajes, activos incautados, etc., ¿quieren más? Como decían, un ‘shock’ de confianza y no parches.