Ecuador está moviendo sus fichas para repotenciar la relación comercial con EE.UU. y lo está haciendo, al parecer, con una estrategia correcta.
La tarea está en manos del Ministerio de Comercio Exterior. Su titular, Pablo Campana, ya ha visitado Washington en tres ocasiones desde septiembre del año pasado hasta la fecha. Esos viajes dejan ver que existe voluntad política de parte del gobierno ecuatoriano. Y eso ya es una buena señal.
La relación comercial con los EE.UU. en la última década fue aceptable, pero pudo haber sido mejor. El país norteamericano continúa siendo el principal socio comercial del Ecuador, a pesar de las diferencias ideológicas que mantuvo el anterior gobierno ecuatoriano con su par de Washington.
Esta relación está sustentada sobretodo en la venta de petróleo. Pero también destacan productos agroindustriales como banano, rosas o camarón, por citar tres ejemplos.
En estos días uno de los temas que mayor expectativa genera es la extensión del sistema general de preferencias arancelarias (SGP), que venció en diciembre, pero que podría extenderse por al menos tres años. Tal es la propuesta hecha por el mismo presidente de EE.UU., Donald Trump.
La prórroga del sistema será una buena noticia. No solo por los beneficios para los exportadores, sino porque puede convertirse en una suerte de carta de presentación para empezar la negociación de un futuro tratado comercial entre los dos países.
La idea del acuerdo con la mayor economía del planeta cada vez cobra mayor fuerza y así lo reconocen las autoridades ecuatorianas. Para avanzar el Ecuador cuenta con dos elementos relevantes: la experiencia que dejó la negociación con la Unión Europea y los acercamientos que ya se hicieron (en el gobierno de Lucio Gutiérrez) con el mismo EE.UU. Ese bagaje puede ser un punto de apoyo para trazar una ruta comercial.
La clave estará, en adelante, en brindar confianza, actuar de manera pragmática y pensando en los intereses del Ecuador.