Solía visitarle en su agreste espacio que le sirve de casa taller, en un lugar aislado de Tumbaco.
Solo-de soledad ascética, no fingida ni ilusoria como la de tantos seudoartistas, seudoescritores, seudopoetas…-, Unda es él y su arte. Nadie más. Nada más. ‘Esta es mi soledad, verme rodeado de luz’, dijo Nietzsche. Es la luz que habita en Unda y en su austera estancia. Luz que ciega e ilumina.
Luz que mata e insufla vida. Luz que agobia, extenúa y salva. Oleadas de colores, texturas, formas y signos. La luz sonora, resplandeciente u oculta. Océanos de luz que ahogan y confortan.Su creación: sabio y soberbio fisgoneo en los intersticios del ser y del mundo que le correspondió vivir. ‘Guardo un guerrero dentro de mí’, dice, y yo le creo. Los ‘daños bárbaros’, que sintió Hölderlin, conmueven el genio de Unda, pero no lo doblegan. El artista está hecho de metal bizarro y, al contrario del Cisne Negro, su lucidez se aguza a cada instante. Minero implacable de la historia humana y su condición, Unda erige un universo propio en las artes visuales de su generación en nuestra América.
Lector compulsivo, nunca pide favor a ningún señor gobierno, a ningún amigo, a ningún prójimo.
No hay asomo de fatuidad en él, es la encarnación de la dignidad perdida. Apenas le he visto en el año que concluye, lo imagino más frágil, más leve y liviano, etéreo casi, pero siempre más grande, él y su obra atrozmente unimismadas. De mediana estatura, exigua cabellera, lentes, usa gorra, campera, camisa, pantalón brincacharcos y un atado de libros junto a uno de sus brazos. Cuando sale a la ciudad, deambula, merodea, escudriña, escucha y solo piensa en retornar aprisa a su ermita. Serio, elusivo, insociable, su genio creador sacudió a James Hillman, quien afirmó en Hannover al filo del siglo que vivimos: “el abstracto de Unda es el más profundo y cambiante que he visto”.
La obra de Unda: laberintos, voces cuánticas, tiempo-espacio, danza, tatuajes, sonatas, raíces, Kaabas, pirámides… Formas, ideas, imágenes de la perfección finita e infinita. Nunca lo contingente o casual. Siempre lo esencial que es verdad tras la apariencia voluble. Arte metafísico: ni lógica ni naturalismo (después de la física). Fundacional del sentido del ser, del mundo y de la vida.
Extraño su sonrisa de niño tímido, su palabra sabia y sobria, el relatorio de sus lecturas, los filmes y los artistas visuales que develan su averiguación incesante de nuestra razón de ser y estar aquí en la tierra. Existe un principio eterno: periódicamente, ese principio crea el mundo.
Transcurrido un ciclo lo fagocita. Luego de un interludio intemporal vuelve a ser. La obra que se presenta difiere según los medios que la relatan, pero en el ánima de cada medio, la imagen porfía, eternamente análoga. Este fenómeno ocurre en obras únicas, y única es la de Unda, el genio, en un país que desconoce a sus grandes valores.