La unidad e integración de Sudamérica debe ser una verdad de destino e insertarse en el mundo en un horizonte temporal hacia la mitad del siglo, con una visión distinta a la del pretérito cuando no influía tanto la globalización planetaria.
Para ello es básico situarse en la contemporaneidad y en el espacio geográfico para diseñar un proyecto subregional con nuevos instrumentos, más allá del comercio, teniendo en cuenta la realidad que impone obstáculos enormes como la inmensidad de la Amazonía y la gigantesca cordillera de los Andes, que han determinado el asentamiento mayor de poblaciones sudamericanas en la periferia, y considerando también la diversidad cultural de los países.
Históricamente, el nacimiento de un país tan grande como Brasil, a fines del siglo XIX, impidió desarrollos políticos simultáneos que nos hiciera fácil mirarnos de cerca y ahora conviven de espaldas las dos culturas: la portuguesa y la de influencia española. Este es el tamaño de lo que hay que vencer con hechos más que con palabras que se lleva el viento.
En estos tiempos ya no es posible pensar en imitar a lo que hizo hace más de 60 años la Unión Europea, como tampoco insistir en una convergencia entre la CAN y el Mercosur, porque los hechos demuestran que no se puede asumir compromisos de un esquema cerrado sino semiabierto, debido a que varios países de Sudamérica han pactado acuerdos de libre comercio.
Pero sí es posible avanzar en otros campos, una vez que es menor la brecha de las asimetrías porque los países pequeños y medianos de esta subregión han prosperado.
Para progresar en la integración del siglo XXI es preciso asumir compromisos serios sobre la base de una sincera voluntad política que afiance la confianza mutua para hacer concesiones a la realidad, con una brújula distinta a la del pasado.
Ahora conviene avanzar en variados aspectos yendo de lo fácil a lo difícil. Por ejemplo: es posible proseguir en obras de infraestructura que convienen a todos los involucrados, pero no es posible avanzar todavía en el Banco del Sur porque será difícil para un banco de naturaleza política contestataria captar recursos privados del resto del mundo.
Es posible crear un pasaporte sudamericano para la libre circulación de las personas, pero no es posible poner una barrera externa común al comercio de mercaderías provenientes del resto del mundo.
Es posible avanzar en la construcción de la unidad sudamericana para que el mundo nos oiga, para que nos tenga en cuenta en las decisiones planetarias.
Ojalá el esfuerzo del Ecuador al construir la sede de Unasur sirva para comprometernos en nuestro destino común de democracia, de justicia social, de igualdad y defensa de los derechos humanos, para lograr como fin último la paz y la prosperidad de nuestros pueblos.
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