El tren subterráneo

Se ha criticado en diversos tonos al actual Alcalde metropolitano, a sus antecesores y a sus respectivas corporaciones edilicias por la aparente falta de iniciativas y acción para emprender en obras que permitan una solución real a la congestión vehicular, uno de los más graves problemas urbanos que soporta la ciudad de Quito.

Según técnicos en la materia, son pocas las soluciones factibles y una más compleja y costosa que otra, lo que se agrava por la difícil topografía de la ciudad, por lo que se ha considerado utópico el proyecto de un tren subterráneo, pero los avances de la tecnología y la decisión de los actuales personeros y funcionarios municipales de hacer realidad ese sueño, con el apoyo económico del Presidente, han abierto las posibilidades de que se realice esa obra histórica.

En las últimas décadas se han ejecutado en Quito parches y remiendos, y pocas obras significativas, tales como los buses articulados, la construcción de arterias longitudinales perimetrales y algunos túneles, que han resultado insuficientes, mientras crece el parque automotor en proporciones geométricas , el problema ha llegado a niveles críticos.

Una de las mejores soluciones ha sido catalogada la construcción del tren subterráneo. El alcalde metropolitano ha dado a conocer los estudios de factibilidades técnica y económica efectuados conjuntamente con un grupo de técnicos del Metro de Madrid.

Según el informe presentado ante la opinión pública, la obra costaría 1 368 millones de dólares, monto que sería cubierto en partes iguales por el Gobierno Nacional y el Municipio de Quito y, según el cronograma, luego de la licitación correspondiente se iniciarían los trabajos en julio del 2012 y culminarían en el 2016; la línea férrea tendría 23 kilómetros de longitud, entre Quitumbe y El Labrador, recorrido que se haría en 34 minutos; la capacidad sería de 265 000 usuarios diarios y el pasaje costaría 40 centavos. Primero se construirían las terminales exteriores y luego el túnel, con modernos taladros. Los artífices de este avance merecen felicitación y augurios de que culminen con éxito sus buenos propósitos.

Este sistema de transporte colectivo permitiría que mejore notablemente la movilidad vehicular en las calles de la capital a partir del 2016, si no surge algún inconveniente imponderable y, hasta entonces, deben realizarse las obras que se requieren para aliviar en lo posible el caos y la congestión, esto es la construcción urgente de varios pasos a desnivel y puentes peatonales en sitios estratégicos; repavimentación de calles y avenidas; aumento de semáforos y, sobre todo, una campaña para conseguir la total colaboración de conductores y peatones. Soñar no cuesta nada.

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