Comenzó sus recorridos cuando Carlos Marx en 1848 publicó el ‘Manifiesto del Partido Comunista’, hizo estación en 1871 con la Comuna de París para tomar el poder por la fuerza, y en octubre de 1917 Lenin instaló, en nombre del proletariado, un novísimo gobierno totalitario que fracasó en esa Unión Soviética en 1989 a los 72 años, y lo mismo sucedió en sus países satélites europeos. Ecuador en la década de 1920 recibió ese influjo revolucionario al fundar los partidos, socialista en 1925 y comunista en 1931. A los dos años Velasco entra en escena para instalar su populismo, y en 1944 apoyado por esa corriente y los partidos: conservador y liberal asume el poder. Instalada la Asamblea Constituyente obtienen el 25% de votos “revolucionarios” y el socialista Manuel Agustín Aguirre ocupa la vicepresidencia. Aprueban la Constitución de 1945 que fue rota por Velasco, quien en 1947 dimitió, pero quedó engendrado el CFP con Guevara Moreno, populismo que trasciende hasta hoy en el PRE liderado por Bucaram desde Panamá.
El 2006 aparece Rafael Correa, una persona sin experiencia política ni administrativa y le hacen peldaños, para ser candidato presidencial, partidos de base popular como el MPD y Pachacutik, una parte de la ID, cuadros como Alberto Acosta y Gustavo Larrea, movimientos nuevos como Ruptura 25.
En enero del 2007 instalados en el Palacio de Carondelet y sus aledaños recintos, comienzan las acciones políticas para suprimir el pluripartidismo acusado de la inestabilidad del poder presidencial e instrumenta como obstáculo central, para sus fines, a los medios audiovisuales de comunicación y poco a poco las voces críticas de radio, TV y prensa se silencian. Desde adentro, nostálgicos marxistas aplauden la demolición de las instituciones democráticas para dar vida a ese credo fracasado a lo largo del mundo. Se instalan los clásicos ministerios de Estado en 15 vagones del tren revolucionario con estaciones estratégicas. Para difundir sus ideas crea las cadenas sabatinas, los lunes informativos y cualquier día en horarios de máxima sintonía, está la voz del Gobierno. Para reforzar su capacidad locomotora, fue anexando otros vagones hasta superar los 40 con un triple de viceministros. La apoteosis estaba completa. Pero, talvez de tanto volumen y peso, comenzó a descarrilarse el convoy cuando Alberto Acosta, presidente de la Asamblea de Montecristi se bajó del tren seguido del ministro de Gobierno Gustavo Larrea, de dos ministros de Finanzas. Desde la Asamblea otros 4 cuadros del partido único al integrarse a la oposición estuvieron a un paso de lograr mayoría y sustituir en la presidencia al sumiso Fernando Cordero. Con ese fracaso quedó mutilada su necesaria independencia. Por fin, ocuparon otro lujoso vagón del tren, el Poder Judicial y el Consejo Nacional Electoral.