A partir de 1996, la peripecia política del Ecuador difuminó las ideas políticas claras que presidieron la gobernanza desde 1979, después de las presidencias fallidas de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez y de los impreparados que les sucedieron. Los partidos políticos ideológicos no pudieron subsistir luego de entregar el poder ni surgieron líderes después de Borja y Febres Cordero, mientras las izquierdas no captaron a las mayorías. El advenimiento de Correa copó esas carencias en el ejercicio del poder y desde entonces la política se ha reducido a ver cómo Alianza País -un movimiento político inorgánico pero actuante- persigue llegar a un punto sin retorno.
Así, la nueva composición política del país transita por un camino lento debido a la pereza de los nuevos pretendientes a líderes y a un alineamiento en función de la opción de poder. La propaganda metódica e incesante del Gobierno está copando los espacios y disuadiendo a los aprendices de políticos que no dan una lucha cotidiana, porque carecen de una mística de trabajo sostenido. Si no hay entrega eficiente al servicio de los demás su participación no tendrá destino nacional.
La pereza de los nuevos políticos se nota porque no presentan posiciones de debate efectivo de los grandes problemas nacionales, no opinan sobre los actos principales del Gobierno, ni critican los errores y falencias de su enfoque político. Para tener presencia sostenida hay que trabajar duro en temas complejos, capacitar a los militantes, atraer a personajes destacados en todas las provincias hacia un programa alternativo que luzca viable para atacar la pobreza, crear empleos remunerativos y disminuir sustancialmente las inequidades.
Ante las próximas elecciones seccionales los partidos y movimientos pretéritos se están esfumando poco a poco, mientras los nuevos no prenden sus motores porque no los tienen. Los partidos familiares como el PRE y Prian van cuesta abajo, el PSC solo tendrá una presencia cantonal, Sociedad Patriótica se reducirá a dos provincias orientales y la izquierda extrema seguirá debilitada y minúscula.
Los nuevos movimientos Creo y SUMA muestran dejadez y falta de compromiso, quizá porque no presentan ideas políticas claras ni programas atractivos que constituyan una alternativa válida frente a lo vigente y por eso tienen grandes dificultades de reclutar militantes.
La oposición solo se advierte en ciertas opiniones aisladas de periodistas y comentaristas pero no en un trabajo sistemático y orgánico de los políticos, en tanto que el Gobierno sigue su marcha hacia la consolidación del modelo socialista, basado en las buenas condiciones económicas por sus altos ingresos petroleros, que le permite hacer política redistributiva que favorece sus afanes electorales.