El Rector de la Universidad Católica de Venezuela, al ser preguntado sobre las causas de la actual crisis, manifestó que su país está dividido porque el Gobierno, al construir su proyecto político, no dejó espacio a la oposición para el ejercicio democrático de su propio pensamiento. Al absorber todos los poderes, hizo imposible la expresión de la opinión ajena. El pueblo se encuentra fracturado en dos mitades, lo que ha generado una dinámica de conflicto. Recientemente, la iglesia católica dijo, con inusual claridad, que el Gobierno de Maduro se orienta hacia un autoritarismo condenable.
Otro analista señala que la juventud, cansada de observar la falta de respeto a los valores democráticos -a pretexto de que hay que revolucionar al país- comprendió que no le quedaba otro recurso que salir a las calles y hacer uso del derecho a la resistencia. Además, la situación económica cada vez más deteriorada hacía inevitable que alguien tomara la iniciativa para expresar el malestar de la mayoría más desprotegida de la población.
Los regímenes que pretenden transformar la sociedad, con frecuencia olvidan que la búsqueda fundamentalista de ese propósito puede dar lugar a graves e insolubles problemas. Los populismos entusiasman a los pueblos y los seducen con promesas y dádivas. Pero, poco a poco, el engaño salta a la vista y los pueblos reaccionan. Nada es más contrario a los intereses de una auténtica revolución social, que pretender excluir de la vida pública a sectores de la sociedad que se desea transformar. El hecho de estar ahora Venezuela profundamente dividida plantea una crisis que pone en peligro al régimen de Maduro. Más aún, la paz social que debería existir para que funcione con eficacia un proceso de cambio, está desapareciendo. Si a la crisis económica se suman el desabastecimiento de productos vitales, la inseguridad, los excesos represivos del Gobierno (más de 40 muertos, centenas de heridos y detenidos, alcaldes perseguidos, una parlamentaria destituida de sus funciones, prensa amordazada y confiscada) y la creciente y ostensible presencia cubana en Venezuela, estaremos describiendo un panorama en el que, a falta de una salida política negociada, las sombras de un golpe de Estado empiezan a dibujarse. Los propios venezolanos subrayan que “es más urgente que nunca que los moderados del Gobierno y de la oposición inicien un diálogo mediado por un actor externo, tal como el Vaticano”. Sobre tal base, las gestiones de Unasur dieron un primer resultado útil al reunir en una misma mesa al Gobierno y parte de la oposición. Pero Maduro se encargó de anularlo al sentenciar que, antes de iniciar una negociación, aplicará la justicia, su justicia.
Sin embargo, el diálogo debe seguir. No está de más recordar la sentencia bíblica: Una sociedad dividida camina hacia su ruina.