Hace un mes colapsó Rana Plaza, fábrica textil en Bangladesh: 1 127 muertos. El Ministerio bengalí del Interior acusa a los directivos de la empresa de homicidio culposo; la pena es entre 10 años de prisión y cadena perpetua.
Los países que inician su industrialización parten con un excedente de mano de obra rural que migra a las ciudades para trabajar en la confección sencilla. El país que paga los sueldos más bajos y que ofrece las más precarias condiciones de trabajo capta el mercado.
A medida que un país absorbe ese exceso de mano de obra rural, sus costos suben y otros ofrecen lo mismo a menor precio. La industria del país desplazado migra a mayor calidad. En la terminología en boga en nuestro país, “cambio de la matriz productiva”.
Durante 20 años Bangladesh domina este segmento bajo de la confección por ser más pobre y ofrecer condiciones más precarias que los países a los que desplazó. Las condiciones de explotación le permitieron dar empleo a quienes antes nada tenían y sacar algunas decenas de millones de personas de la pobreza.
Duro dilema: no permitir esa explotación y mantenerse como sociedad rural y pobre, o permitirlo e industrializarse a costa del bienestar de los trabajadores. En Occidente este proceso empezó en Gran Bretaña, inspiró a Marx, y fue tema de las mejores películas de Charlie Chaplin.
Todos los países desarrollados tuvieron esta etapa. En 1860, en Massachusetts, 200 empleados murieron al desplomarse una fábrica de confecciones. Luego vinieron los europeos, el sur de EE.UU., Japón, Corea; a China la está desplazando Bangladesh.
Quizá donde primero floreció esta industria fue en Quito.
Durante la Colonia, el centro neurálgico de la economía del imperio español en Sudamérica era Potosí, en Charcas (hoy Bolivia), por sus riquísimas minas de plata, en aquel entonces casi tan valiosa como el oro. El mineral se exportaba por ambas vertientes, y los respectivos puertos se convirtieron en las ciudades más importantes de Sudamérica hispana: Lima y Buenos Aires.
Toda la mano de obra boliviana (indígenas esclavizados) trabajaba en las minas. Lo demás se importaba.
El imperio distribuyó las tareas: a Quito le asignó la confección de vestimenta rústica para los trabajadores de Potosí. Ahí surgen los obrajes con mano de obra barata (indígenas esclavizados, por supuesto).
Se supone que las grandes firmas que contrataban con Rana Plaza, entre ellas Benetton, Mango, Primark (Gran Bretaña) y Loblow (Canadá) auditaban las condiciones de trabajo. Evidentemente la auditoría fue inexistente.
La industrialización puede evitarse tan cruel etapa. Se requiere que la OIT establezca normas mínimas aceptables de condiciones laborales, ajustándolas al nivel de desarrollo. Algo más fácil de enunciar que hacer cumplir.