Año de elecciones el que hemos iniciado. Todo vendrá por añadidura si triunfa Rafael Correa en la primera vuelta y sus opositores quedan en la lona, algunos para no levantar cabeza nunca más. Se habrá impuesto la voluntad de las mayorías.
No se le puede pedir peras al olmo, dice el adagio castellano. A la democracia perfecta, al Gobierno de los mejores, elegidos por el pueblo, no se llega cuando no se han superado aún ignominias históricas que explican A mayorías que piensan y razonan con un alcance que llega al pan de cada día: los conculcados derechos básicos.
Que todos tenemos derecho a opinar nadie discute, y más cuando se cuenta con razones poderosas que se compadecen con la teoría política, resultado de una notable formación académica. Esa élite, minoría en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, para ser concretos. Hasta ayer nomás, por sobre todos, la minúscula oligarquía plutócrata que ha gobernado desde siempre.
Si de quienes comprendieron los problemas de fondo y se empeñaron en iniciar las grandes transformaciones que se requerían es el tema a tratarse, entre nosotros García Moreno, Eloy Alfaro y Velasco Ibarra son los mejores ejemplos de cómo el país real –el de esas mayorías, esa élite y esa oligarquía- les llevó a ser liquidados físicamente o expulsados. Fue también el país real el que les puso en la Presidencia de la República a Mahuad, Bucaram y Gutiérrez. Con tales antecedentes, ni soñar en una democracia perfecta.
Obras son amores y no buenas razones, otro adagio castellano. Educación, vialidad, asistencia social, cultura tributaria y la construcción de centrales hidroeléctricas. Sin mala sangre, mala leche como dirían los españoles, todos deberíamos estar de acuerdo con tales políticas, y apoyarlas. Desde luego que todo lo ven mal, en actitud cerril, quienes poco o nada hicieron para que el país saliera del pantano del subdesarrollo. Tienen el cinismo de exigir perfecciones como que todo lo anterior estuvo bien y lo menos que corresponde es llegar a lo perfecto. El país real, era un barco al garete según opiniones respetables.
Exigir responsabilidades públicas le corresponde a la prensa libre e independiente. Difícil aceptarlo por parte de quienes se hallan en la brega de gobernar un país de intereses contrapuestos, en el que los bárbaros no son precisamente los ignorantes o iletrados. No obstante deberá llegarse al punto de comprender que la responsabilidad de dirigir los destinos de un pueblo obliga al gobernante a someterse a la vindicta pública y que por lo tanto la justicia también debe ser libre e independiente. Si de revolución se habla hay quienes sostienen que la única Revolución que se ha mantenido en pie es la Francesa, la de los derechos del hombre y el ciudadano.