Me refiero al presidente Galo Plaza y su periodo de gobierno desde 1948 y al giro fundamental de la política ecuatoriana respecto a la estabilidad del Mandatario.
No olvidemos que luego de la Revolución del 9 de julio de 1925, se produjo lo que los historiadores Fernando Dobronski y Guillermo Segarra mencionan: el “Diluvio de Presidentes, Encargados y Dictadores”: Ayora, Larrea Alba, Baquerizo Moreno, Guerrero Martínez, Martínez Mera, Montalvo, Velasco Ibarra, Pons, Páez, Enríquez, Borrero, Mosquera Narváez, Arroyo del Río, Andrés F. Córdova, inclusive con episodios como el de la Guerra de los Cuatro Días del año 1932, con centenares de muertos … “¡y todo, por la política!”.
“Tumbar” Presidente era una especie de deporte. En ese ambiente llegó al poder el señor Galo Plaza Lasso, el 6 de junio de 1948, en elecciones. ¿Cuánto duraría este Presidente? Duró nada menos que el periodo de cuatro años, con éxito inclusive en lo económico. Tuvo estabilidad, a pesar de avatares y del terremoto de Ambato de 1949. Su tolerancia era notable con la oposición.
Enfrentó la de Concentración de Fuerzas Populares (CFP) y de los socialistas, partido fuerte en aquella época y que, al final, decidió colaborar con el combatido Jefe de Estado.
Una revista de CFP, inclusive llegaba a extremos, calificándolo de “ladrón” y “asesino”. No se inmutó; y, al contrario, adquiría número tras número que, reunidos y empastados, los dejó en el escritorio del Despacho Presidencial anhelando que el Dr. Velasco Ibarra, su sucesor, “tenga lectura para divertirse”.
Al permanente estilo de aquella época sucedían conspiraciones. En una de ellas, recordada como la de ‘Aguas Hediondas’, fue apresado un compañero de la universidad, Juan Manosalvas. El Congreso concedió amnistía y centenares de estudiantes nos trasladamos al Palacio para pedirle que no objete el decreto del Congreso.
A pesar de que un líder comenzó diciendo que acudía, para “exigirle”, ante la aclaración de otro estudiante, manifestó que no había pensado objetar; y que en su nombre “saluden a Juanito y le aconsejen no meterse más en tonterías”.
Había plena libertad para manifestaciones. En el extremo, retiraban hasta al policía de tránsito de la esquina. Por cierto, a los manifestantes de entonces, ni de lejos se les ocurría atentar contra vehículos, cristales de almacenes y contra la propiedad privada en general.
Cuando visitó Píllaro y Pelileo, luego del terremoto de 1949, ya habían construido muchas casas pequeñas en reposición de las destruidas. Tuvo la paciencia de disponer que cambien el color de la pintura de una casa, porque al adjudicatario no le gustaba. Amablemente atendía a todos y a sus requerimientos. Mucha gente decía: es un verdadero demócrata.
Lo que refiero es experiencia directa, como periodista reportero en ejercicio, en esa época.