Desde el punto de vista teórico, el timbre cambiario (TC) trabaja con la precisión de un reloj suizo. Se asume que una infinidad de postores con información completa y simétrica puja por un lote de dólares. Esta subasta competitiva y transparente fijaría el precio óptimo que los consumidores de un país estarían dispuestos a pagar por seguir importando.
El TC sería un mecanismo más eficiente que el de las salvaguardias porque serían los propios agentes económicos –y no un burócrata desde su escritorio– quienes definan qué rubros deberían encarecerse y en qué proporción. La duración de este esquema también se fijaría espontáneamente pues, a medida que las reservas crezcan, el tamaño de los lotes ofertados aumentaría hasta que la necesidad de pujar por ellos desaparezca.
¿Tiene Ecuador las condiciones institucionales para establecer un subasta de esas características? Me temo que no.
Para empezar, el Banco Central no es independiente sino subordinado a una instancia política como es el Ejecutivo. Esto podría hacer que el TC sea utilizado para dificultar o impedir que grupos desafectos al régimen de turno puedan importar insumos. Esto ha ocurrido en Venezuela, un país donde el Instituto Emisor subasta divisas.
Aún si asumiéramos que el Banco Central jamás podría ser manipulado y que la clase política ecuatoriana nunca haría algo así, muchosdetalles de la subasta quedarían a discreción de la autoridad y, por tanto, sujeta a yerros u omisiones graves.
Por ejemplo, ¿de qué tamaño serían los lotes y con qué frecuencia deberían ser subastados? Son preguntas de difícil respuesta porque las necesidades de importación dependen del tamaño de la empresa y del sector al que pertenezca. Por ejemplo, hay firmas que hacen dos compras externas grandes por año y otras que hacen importaciones permanentes, de último momento.
Otro tema difícil es la modalidad de la subasta. Por ejemplo, ¿se fijaría un precio mínimo? Fijar un piso al inicio de la puja hace que participen solo quienes tengan capacidad de pago y, por tanto, garantiza un buen final de ese proceso. La desventaja es que los agentes presentan sus posturas en la vecindad de ese precio mínimo, afectando el objetivo de la puja que, en este caso, es maximizar el costo de importación.
También se corre el riesgo de acaparamiento y especulación con la divisa. Puede haber empresas locales que finjan hacer compras a firmas del exterior para abastecerse de más dólares de los necesarios porque creen que cada vez habrá menos divisas en el mercado o simplemente porque quieren revenderlos a mayor precio…
Por último, el TC fracasaría en su objetivo de moderar las importaciones si no existe un ajuste importante del gasto público. El problema de fondo es, pues, fiscal y no externo.