El rescate de nuestro patrimonio nunca queda completo si no se levanta un registro histórico de los bienes materiales. Con esa preocupación me comprometí a escribir un libro sobre la “Casa de la ibarreñidad”, edificio central de la esquina sur occidental del parque Pedro Moncayo de Ibarra, que es el monumento privado, patrimonio histórico de la ciudad, más importante de la urbe.
La casa perteneció a mi familia. Fue construida hace cien años por Heliodoro Ayala Burbano, un migrante de Tulcán que vino joven a Ibarra. Se casó con Delfina Leoro. Combinó su actividad de escribano público con la agricultura. A inicios del siglo XX era una persona acaudalada. Fue benefactor del monasterio del Carmen, la Catedral y San Antonio de Ibarra, donde una plaza lleva su nombre. Construyó la Gobernación o “Casa de Gobierno” de la ciudad.
La casa fue la primera de tres pisos en Ibarra, diseñada por José Domingo Albuja. La construcción se realizó entre 1908 y 1915. Se asentó sobre arcos de cal y canto, con paredes de ladrillo y adobe, divisiones de bahareque.
Por un siglo la casa fue un centro familiar y social. Allí se celebraron fiestas familiares, velatorios, eventos culturales y reuniones políticas. También se realizaron banquetes en honor de altos funcionarios y se recibió a personajes que visitaban Ibarra. Uno de sus huéspedes fue el presidente José María Velasco Ibarra.
El Municipio se propuso adquirir la casa. En 2001, la “Sociedad Amigos de Ibarra” pidió que el gobierno de Gustavo Noboa contribuyera a su adquisición, que culminó 2004. Los propietarios aceptamos el precio fijado por las autoridades y esperaron años para recibirlo. Como homenaje a Ibarra, establecimos la Fundación Cultural Enrique Ayala Pasquel, que entregó en comodato para la casa, los muebles, obras de arte e implementos originales.
La casa fue restaurada y reinaugurada en 2008. En el tercer piso funciona la Dirección Municipal de Educación y Cultura. Varias habitaciones del segundo piso (escritorio, salón principal, oratorio, cuarto de huéspedes) albergan muebles, obras de arte, recuerdos familiares y de la trayectoria de la ciudad. En los corredores se conserva una colección de imágenes históricas de Ibarra.
En el primer piso de la casa se ha abierto un restaurante y se habilitó un aula de uso múltiple. Los ambientes se destinan ahora a actividades sociales, artísticas y culturales. Una visita es una excelente oportunidad para conocer el patrimonio cultural y la vida cotidiana de Ibarra.
Todas las casas tienen su historia, aunque a veces a primera vista no lo pareciera. Solo hace falta que alguien la recoja y la cuente para que se la conozca. Con el libro ‘La Casa de la Ibarreñidad’ me esforcé por contribuir al rescate patrimonial urbano de mi ciudad. Los lectores dirán si el esfuerzo valió la pena.