El otro día en radio Democracia, a propósito de la supuesta amenaza de Irán, me vi de pronto opinando sobre la Tercera Guerra Mundial (TGM). Había escuchado a Fidel Castro advertir que eso sucedería si atacaban a Irán, pero dije honradamente que no disponía de la información necesaria. Además, consideraba que, en un momento de reordenamiento de las economías del planeta, nadie podía pronunciarse con certeza sobre un asunto tan voluble y complejo en el que ni siquiera se distinguen bien los adversarios pues China es la principal prestamista de EU y Europa: ¿para qué va a pelear con ellos si los tiene atenazados por el bolsillo? Y las mafias rusas tienen cosas más entretenidas que una guerra final.
Removidas en mi mente las cenizas de la Guerra Fría con las que creció mi generación, he recordado luego que a Einstein le preguntaron con qué armas se pelearía la TGM. ‘No sé la tercera –respondió–. Pera la cuarta será con palos y con piedras’ (Inteligente el tipo, ¿no?) Lo más cerca que estuvieron los dos bloques de lanzarse ojivas nucleares fue en la crisis desatada en octubre de 1962 por la instalación de misiles soviéticos en Cuba, a 90 millas de EU. Supongo que desde allí le quedó la paranoia a Fidel, que habría sido el primer afectado si los rusos no retiraban sus misiles. Por esos días yo estudiaba en Manta y un compañero que siempre se atrasaba, Moreira, no halló mejor disculpa que decir al profesor que se había quedado escuchando la radio porque acababa de estallar la TGM e iba ganando EU. ‘Menos mal’, dijo el profe, pero igual tiene cero.
Aunque los adolescentes considerábamos que ni por error caería un misil en el puerto de Manta, igual utilizábamos ese argumento para pedir una prueba de amor. ‘Amorcito, si mañana estalla la guerra atómica, te vas a achicharrar sin haber alcanzado la gloria’ (En ese punto estábamos a la altura de Einstein, pero el argumento casi nunca funcionaba).
La conflagración total pasó a segundo plano cuando las potencias comprendieron que era más rentable dejar que otros pelearan por ellas en África, Medio Oriente (donde Irán e Iraq estaban un rato con el uno, otro rato con el otro), Centroamérica (donde Oliver North vendía armas a Irán para financiar a los contras). Decían que ante semejante postergación los pastusos se avisparon y enviaron una delegación a las Naciones Unidas para pedir que Tulcán fuera declarada sede de la Tercera Guerra Mundial, je, je.
Bromas aparte, la especie humana es tan agresiva, vanidosa y depredadora que no se puede descartar ninguna hipótesis. Por ahora, hemos emprendido todos una guerra contra la ecología del planeta Tierra y vamos ganando, qué duda cabe, como reportaría Moreira. Si llega la hora estúpida de los misiles, quedará muy poco por contaminar.