El peligroso panorama internacional en Oriente Medio se ha complicado a causa de incidentes militares en la frontera entre Siria y Turquía. El bombardeo a un campo de refugiados en territorio turco, en junio pasado, originó un intercambio de disparos agravado por el reciente lanzamiento de obuses contra poblaciones turcas fronterizas. El Congreso turco autorizó“invadir militarmente Siria”, si persistieran los bombardeos, y las fuerzas armadas recibieron la instrucción de responder de inmediato.
Damasco, por su parte, denunció los “ataques de grupos terroristas” que, incluso, habrían logrado derribar dos helicópteros del gobierno de Assad. Rusia adujo que esto último demostraría que Washington ha entregado a los rebeldes sirios sistemas portátiles de misiles antiaéreos. La tensión llegó a su clímax cuando Turquía obligó a aterrizar a un avión procedente de Rusia que llevaba -según el Gobierno turco- armas destinadas a Damasco. Assad, cuya violenta represión ha causado ya más de 30 000 muertos, anunció que usaría su arsenal de armas químicas si se produjera una invasión militar extranjera. Las sanciones impuestas por la ONU y la Unión Europea no han logrado modificar las políticas de Siria. Para los traficantes de armas, el “conflicto en Siria no huele a sangre sino a dinero”. Por su parte, Israel ha declarado que “considerará la opción militar” si las armas químicas de Siria se filtran a “grupos terroristas como Hezbolá”, lo que Assad calificó como una cortina de humo destinada a preparar un ataque a Siria, similar a la “invasión de Iraq”. Además, Israel declaró que tomaría medidas unilaterales a fin de evitar que Irán llegue a adquirir la tecnología para producir armas nucleares, contingencia prevista para junio próximo. Preocupa al “club atómico” la eventual proliferación del uso militar de la energía nuclear. Rusia y China, que forman parte de tal club no ven claro el camino para conciliar esa preocupación con el apoyo político que ofrecen a Irán. El problema palestino sigue sin solución. Los cambios logrados por la ‘Primavera Árabe’ no han dado aún indicios de estabilidad y de objetivos claros. Las rivalidades religiosas están ahora más evidentes y la sorda lucha entre chiitas y sunitas cruza todas las fronteras nacionales. Los fanatismos han crecido. Iraq y Afganistán siguen siendo problemas no resueltos.
Estos fenómenos políticos ocurren en un espacio territorial relativamente reducido, en donde se encuentran, por otro lado, las más grandes reservas mundiales de petróleo sobre las que se proyectan los intereses económicos de las grandes potencias.
Esto y mucho más define la complejidad de la geopolítica del Oriente Medio y la necesidad de observar la máxima prudencia al tomar posición frente a sus problemas.