Miguel Rivadeneira / mrivadeneira@elcomercio.org
La última emergencia en Quito ha puesto de nuevo en evidencia la forma como estamos organizados, ciudadanos e instituciones públicas, nacionales y seccionales. Cómo están los controles, la fiscalización y fundamentalmente las responsabilidades, aun cuando los detalles en unos casos oficiales son escasos y solo cuando se producen hechos como estos salen inevitablemente a flote. Hay que partir de un suceso positivo pero no debe ser el único: hubo una respuesta inmediata y coordinada entre las instituciones municipales y nacionales, a la cabeza el Alcalde, como corresponde en la ciudad. Sin embargo, quedan preocupaciones; que prime la parte técnica, la coordinación y no la imposición.
Por ejemplo, se reclama en el país la vigencia plena de la nueva norma de la construcción, aprobada en el 2011. Si nos preocupamos con razón de un sismo de 5.1 grados, qué sucedería con uno mayor y peor un terremoto, de los que no estaríamos exentos, debido a que estamos ubicados en una zona de alto riesgo.
Otra vez se ha apuesto en evidencia la situación en sitios vulnerables y la falta de mayores tareas permanentes de prevención y control, para lo que debieran servir las cadenas oficiales. El cuento del cierre de las canteras, que periódicamente se repite (el último hace cerca de dos años) pero luego se reabren y no se toman los correctivos a futuro. Pese al reglamento aprobado para el traslado de competencias a los municipios, en el caso de Quito se ha reconocido que sigue en manos de la Agencia de Control Minero. Por ello el Ministro del Interior anunció el cierre de las canteras, 20 de las cuales han estado operando sin autorización, incluso una denuncia en la Fiscalía por irresponsabilidad y dolo. ¿Quiénes son los responsables?
Un terremoto liquidó a Haití a comienzos del 2010 y luego otro mucho más fuerte golpeó a Chile pero el impacto, pese a su dureza, tuvo menores secuelas que el país caribeño. En estos casos, la lectura fue clara tras verificar in situ las secuelas: el primer país, sumido en la pobreza y la miseria y sin instituciones sólidas, quedó severamente destruido, con miles de muertos. Chile, en cambio, con una institucionalidad fuerte, bien organizada, con respeto al ordenamiento jurídico, con construcciones bien controladas, el golpe fue menor. Cuando hubo oportunidad de visitar este país las autoridades admitieron debilidades en las comunicaciones y se pusieron a trabajar, con una dinámica economía y con sólidas reservas ahorradas con excedentes de las grandes exportaciones del cobre y otros minerales.
Cuando se producen estos hechos naturales obliga a examinar y reflexionar, sin las pasiones actuales, lo que pasaría con terremotos similares al de Haití o de Chile y a cuál podríamos asemejarnos. La ciudadanía tiene la obligación de prepararse y el derecho a una variada información y los medios, obligados a proporcionarla.