Tres “temas” están siempre presentes en el discurso político del presidente ecuatoriano: La importancia de las “acciones colectivas”, la “preeminencia del ser humano por sobre el capital” y el alegato de que la revolución ciudadana está“cambiando las relaciones de poder en el país”. Conviene echar un vistazo a las implicaciones de estas afirmaciones.
El presidente considera que las “acciones colectivas” son la mejor manera de avanzar en los objetivos comunes de la sociedad ecuatoriana. Sin embargo, en la circunstancia de absoluta concentración de poder político que rige hoy en el país, aquello implica someter a los grupos minoritarios a lo que se le ocurra a quien se considera intérprete de las aspiraciones y objetivos de las grandes mayorías. Durante estos años, las “acciones colectivas” han justificado el desmantelamiento de la institucionalidad pública, la destrucción de los negocios taurinos y de casinos, el desmembramiento de las actividades financieras, la utilización abusiva de propaganda gubernamental en contra de los ciudadanos, además de un extenso etcétera.
Lo que no debe llamar la atención puesto que la imposición de “acciones colectivas” por parte del poder político, usualmente ha sido la causa detrás de muchos de los mayores atropellos a los derechos de las minorías que ha registrado la historia.
La demanda de que el Ecuador transite hacia un sistema económico en el cual “el ser humano tenga supremacía por sobre el capital”, parte de dos premisas falsas. La primera que es posible separar a los seres humanos del capital y, la segunda, que alguna vez tuvo vigencia en Ecuador algo parecido a un sistema pro-capital.
Quien puede razonablemente creer que el “capital” ha tenido preeminencia en el país que con mayor frecuencia ha incumplido con el pago de sus obligaciones financieras internacionales, que durante el colapso bancario de principios de siglo efectuó una multimillonaria confiscación de capital privado y que usualmente figura en los rankings internacionales como uno de los lugares menos propicios para hacer negocios. Un planteamiento de esa naturaleza simplemente ratifica la histórica tradición anti-capital que se encuentra grabada en la cultura ecuatoriana y genera incertidumbre para la inversión en un país en donde abundan los seres humanos y escasean los capitales.
En cuanto al alegato de que la revolución ciudadana está“cambiando las relaciones de poder” en Ecuador, lo que efectivamente ha logrado transferir es el poder político que antes se encontraba en manos de 50 “vivos”, a las manos de un solo “vivo”. Ese esencialmente es el cambio que se ha producido, de manera que Ecuador hoy se encuentra en una situación incluso peor que la que regía anteriormente. Nota: Por recomendación de mis abogados, esta columna se abstiene de identificar al “vivo”.