La corrupción se extiende en todos los países. Quienes roban unas monedas son despreciados, los que roban por millones son admirados. No se resuelve el problema de la corrupción dictando leyes; se resuelve con el castigo social a los que se enriquecen indebidamente. Por desgracia en la mayoría de las sociedades el dinero se ha convertido en el máximo valor y la riqueza indebida merece admiración y no castigo. La honradez se va convirtiendo en la virtud de los cobardes.
En los últimos días hemos visto en la prensa mundial algunos casos de corrupción que resultan familiares para nosotros. El primer caso viene de España. Los jerarcas del partido de gobierno recibían dinero negro como sueldos escondidos. No declaraban ni pagaban impuestos pero adquirían casas, carros, viajes. Cuando se pone al descubierto, la respuesta es negarlo todo. Bueno, casi todo. El Presidente del Gobierno español dijo: “Lo referido a mí y mis compañeros no es cierto; salvo alguna cosa”. Las comparaciones con lo que ocurre acá no son necesarias; salvo alguna cosa: allá no se organizan homenajes.
El segundo caso viene de Argentina. Es la corrupción en el manejo de datos oficiales. Ante el descrédito del Gobierno por las cifras penosas en inflación, desempleo y otras, algunos funcionarios tuvieron la idea genial de cambiar el sistema de medición. Mejoraron inmediatamente las cifras, sin necesidad de cambiar la realidad. El Fondo Monetario Internacional le ha fijado un plazo para desmontar las mentiras. La presidenta Kirchner protestó vigorosamente pero anunció que diseñarán un nuevo método de medición. Los expertos argentinos en esas tareas prestaron sus servicios en Ecuador.
Un tercer caso viene de Venezuela. Un ex Ministro iraní procedente de Turquía es interceptado en Alemania con un cheque de 70 millones de dólares girado por un banco venezolano. El dinero honrado se declara, solo el dinero de los corruptos se transporta en cheques secretos. Por acá transportan el dinero de la corrupción en avionetas y en efectivo. Por allá no tienen un traga cheques.
El cuarto caso es de Alemania donde ha dimitido el Ministro de Defensa y la de Educación está ya sin piso, por haber plagiado parcialmente las tesis. Las universidades les han retirado los títulos. Aquí las universidades salen a demostrar que el plagio no es plagio y que el marco teórico se puede tomar del rincón del vago.
Después de lo dicho, resulta sorprendente que el tema de la corrupción no figure en la campaña electoral. Nuestros candidatos se muestran prudentes con escándalos que en otras latitudes hacen tambalear a los gobiernos. Con razón circula, solo en las redes sociales, una campaña llamada la plancha te quema. Es diferente porque apela al humor, hace referencias a la corrupción y va en contra de todos los partidos y candidatos que predican el voto en plancha.