Columnista invitado
Derrapan la ética y estética de las teletones, idea nacida y patentada en Chile por el presentador de televisión “Don Francisco”. No me refiero al trabajo efectivo de las instituciones que se benefician de sus campañas de recolección de fondos, sino al show que lo sustenta.
Las teletones giran en torno al relato de historias con alta carga emotiva sobre personas vulnerables necesitadas de apoyo caritativo. Se realizan anualmente en 12 países de América Latina y son millones los televidentes que se contagian del llamado “espíritu de la teletón”.
Es un evento que promueve “estereotipos de las personas con discapacidad como sujetos de caridad”, en lugar de alentar su reinserción social y no discriminación, sentenció en octubre el Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU al referirse al teletón mexicano. Las empresas aprovechan el escenario para promocionarse bajo una estética que mezcla show, mercadotecnia y presencia de personas cuyo futuro casi siempre parece depender por entero de la caridad.
El pronunciamiento de la ONU para el caso mexicano, que bien puede extrapolarse al resto de países, incluyó un llamado al Gobierno a diferenciar su aporte a iniciativas privadas de su obligación con personas con discapacidad.
La catedrática de la universidad de Chile, Carolina Pérez, opina que en la teletón hay una “manipulación emocional demasiado potente respecto a las personas en situación de vulnerabilidad”. Pérez conduce un programa de radio sobre el tema, que conoce bien, pues ella mismos es tetrapléjica. No nos identificamos con la teletón, dijo.
Es intensa la campaña publicitaria empresarial previa al show. Ya en la jornada se donan sumas respetables, pero curiosamente las corporaciones que lo hacen no siempre se distinguen por contratar a personas con discapacidad.
La teletón celebrada a fines de noviembre en Chile recolectó casi 47 millones de dólares, meta lograda gracias a la donación inesperada y de último minuto de más de cuatro millones de parte de la familia Luksic, dueña de un cuestionado imperio empresarial.
El primer teletón se realizó en Chile en 1978 en plena dictadura pinochetista. Desde entonces se presentó como la oportunidad de dejar de lado las diferencias ideológicas y unir a todos en un “abrazo solidario”. Pinochet y quienes lo apoyaban eran los más entusiastas.
Desde entonces el formato cambió poco. Funciona la fórmula de llamar a la solidaridad en medio de un show de animadores, cantantes, autoridades y empresas. Para muchos ciudadanos es difícil no subirse a la ola y donar.
Pero es el Estado el que debería liderar y sin show la rehabilitación e inserción social de las personas con discapacidad. Muy bien que los privados participen, pero dejando de lado el espectáculo que transforma a personas vulnerables en víctimas urgidas de caridad y no en sujetos con derechos plenos.