Hay que reconocer que en el Ecuador verde y político del siglo XXI nadie se aburre. Siempre hay un escándalo, una cana al aire, un ocurrido calificativo presidencial o una agitada campaña electoral lo suficientemente movida, como para que todos permanezcamos estáticos ante la sorpresa. Además los políticos de este país andino y revolucionario tienen otra virtud resaltable. Jamás dejan de atraparnos con sus artimañas, aun cuando pensemos que ya hemos visto de todo. Siempre habrá, al final del día, un despliegue de auténtica astucia para divertir a quienes aún no hemos cedido al letargo.
Rafael Correa ha sido calificado por el CNE como sujeto político es decir, que podrá hacer uso de las franjas publicitarias durante la inminente campaña para la consulta popular. A decir de Fernando Alvarado, citado por el oficial El Ciudadano: “El Presidente de la República como proponente podrá también recibir los fondos como cualquier otro movimiento político que se haya inscrito en el CNE”.
Hay que fijarse que en la frase del señor Alvarado, el presidente actuará “como cualquier otro movimiento político”. Difícil leerla y no escandalizarse. ¿Desde cuándo un individuo equivale a un movimiento político? ¿No se supone que el Presidente de la República agrega y representa los intereses de todos los ecuatorianos, y no tan solo de los abanderados de su causa del momento? ¿Esto quiere decir que aparte de las franjas de Alianza País, Correa duplicará el esfuerzo, como para que a nadie le quepa duda alguna de que él y solo él ocupa cada espacio y resquicio? ¿No vetó el CNE la publicidad gubernamental en época de campaña? ¿Nadie en Alianza País se sonroja por este nuevo despliegue de imposición y sumisión? ¿No es esta otra muestra más del destino fallido del proceso de reinstitucionalización que prometía dejar atrás personalismos y uso patrimonial de las instituciones?
Alvarado también ha hablado de la supuesta “justicia” de la decisión, pues así se alcanzaría una igualdad de condiciones entre los jugadores. Ha guardado plena compostura al decirlo, como para que el sarcasmo sea imperceptible. Quizás eso logra que miles de ciudadanos se hagan de la vista gorda ante el despliegue de recursos públicos desplegados una y otra vez en cada campaña electoral inventada en su reino.
Pero el CNE ha hecho bien en sorprendernos con esta nueva pequeña bofetada. Nos recuerda la pantomima de democracia que vivimos. También nos enseña didácticamente que el estado empieza y termina en Rafael Correa, así como lo hace la militancia política, las instituciones públicas y cualquier otra cosa que pretenda tener personalidad propia. Él, su génesis y apocalipsis. Su mejor y peor enemigo. Su fortaleza y más grande debilidad.