El pueblo irlandés ha sufrido la desgarradora experiencia de la confrontación entre sus poblaciones Católica y Protestante, no solo a través de palabras ásperas e insultantes, marchas en las calles, prisiones injustas y otras arbitrariedades, sino armada, violentísima, con bombardeos, secuestros, torturas, matanza indiscriminada de civiles y destrucción sistemática de pueblos y ciudades. Ese horror se extendió durante casi todo el siglo XX, hasta que en 1998, luego de un largo y difícil proceso de negociación y a base de enormes concesiones mutuas, los grupos en conflicto llegaron al Pacto del Viernes Santo en virtud del cual terminó esa permanente pesadilla que había ensombrecido las vidas de varias generaciones.
En 2011, el presidente norteamericano Barack Obama visitó Dublín y, acerca de esa horrorosa historia de violenta confrontación, dijo, “En momentos de gran desafío, podemos recordar quiénes somos en realidad. Ustedes son un pueblo que nunca dejó de imaginar un futuro más luminoso, ni de hacer que ese futuro se dé”.
En estos momentos, en que las sociedades argentina, boliviana, brasilera, colombiana, chilena, ecuatoriana, guatemalteca, mexicana y venezolana, que en conjunto hacemos el 49.2% de la actual población latinoamericana, estamos sumidas en violenta confrontación socio-política, con grandes manifestaciones públicas, desórdenes, violencia organizada y hasta armada, acusaciones de corrupción, pedidos de destitución de autoridades y otras evidencias de profundo malestar, esas palabras de Obama recogen bien el desafío que enfrentamos los pueblos de América Latina.
Es, creo, un doble desafío. Primero debemos esforzarnos por “imaginar ese futuro más luminoso”, un futuro en el cual realmente logremos derrotar a la pobreza, la desesperanza, la inequidad, la falta de oportunidades, el desempleo, la inseguridad, las abrumadoras deficiencias de nuestros sistemas de educación y de salud.
Pero luego, cuando esté claro el sueño de qué sociedades queremos construir, debemos recordar, como también lo hizo Obama en Dublín, al poeta irlandés W. B. Yeats, quien escribió que “de los sueños nacen las responsabilidades”. No es suficiente soñar con sociedades pacíficas, prósperas, seguras, amables y esperanzadoras. Debemos asumir la responsabilidad de construirlas, aceptando que no se construye nada con el odio, con la intención de derrotar al otro, con la pertinaz negativa a escucharnos y a respetarnos mutuamente.
Obama explicó la paz duradera en Irlanda con palabras de la expresidente Mary McAleese: “Ante la aparente inamovilidad de nuestros problemas, el impulso humano irreprimible del amor nos incentivó y empujó hacia la reconciliación”.
¿Qué influirá más entre nosotros los latinoamericanos? El rencor y la dureza, o “el recuerdo de quiénes somos en realidad”?