Somos siete personas abordo de una ‘van’. De todos nosotros, cuatro van absortos en sus BlackBerry, uno maneja y dos contemplamos el paisaje. Nadie habla entre sí, a no ser que se trate de monosílabos distraídos e inconexos. ¿Necesito ser más gráfica? Por si ustedes no lo han notado, yo se los digo: hay algo de maligno en los BlackBerry.
En serio, no es una exageración; vivir rodeada de gente poseída por sus BlackBerry es horrible. Les doy ejemplos…
Seguro les ha pasado alguna vez (en las angustiosas horas que olvidaron o perdieron su propio BlackBerry) que en medio de una reunión de trabajo ustedes parecen ser los únicos asistentes, porque los demás están perdidos, navegando en los mundos binarios que estos aparatejos les ofrecen. Resultado: en la práctica es como si nadie hubiese asistido a la dichosa reunión -aunque todos estuvieron ahí-, ergo la productividad es cero y ustedes han perdido inmisericordemente su tiempo.
Este famoso ‘berry’ y todos sus sucedáneos tienen también la extraña facultad de hacer que uno parezca ‘pintado al óleo’ (es decir, como si uno no estuviese presente). Pasa con frecuencia en los almuerzos u otros momentos para compartir con la familia; ¿o díganme ustedes si es posible mantener una conversación con un hermano, una hija o un padre cuyo timbre del PIN suena 30 veces por minuto?
Incluso si el pitito universal no se hace presente, es facilísimo darse cuenta de que uno está pintado al óleo; basta con ver esas miradas vacías –porque no nos están prestando la más mínima atención– e intuir esos pulgares hiperactivos que se mueven a la velocidad de la luz, manteniendo conversaciones con galaxias lejanas, por debajo de la mesa.
Después de mi traumática experiencia en la ‘van’ con los ‘junkies’ de la telefonía, yo planteo seriamente que los colegios consideren retomar las clases de urbanidad y enseñen a las nuevas generaciones (a las actuales ya las doy por perdidas) que usar sus teléfonos de esta manera es de tan mala educación como comer con la boca abierta.
Ni lo digan, sé lo que están pensando: es vital para el trabajo. Concedido en un 50 por ciento; porque ya ven que muchísimas horas de trabajo se van directo a la basura por la costumbre recién adquirida de habernos vuelto ‘multitareas’, y a la par que asistimos a una reunión enviamos un e-mail a una colega, chateamos con otro compañero sentado dos puestos más allá (en la misma sala) y navegamos en busca de información para una cotización.
Es decir, el BlackBerry nos ha convertido en una especie de dioses presentes en todas partes y en ninguna (expertos en hacer todo a medias).
No les distraigo más -estarán ocupadísimos chateando-, y mejor vuelvo a mi mundo análogo, solo pidiéndoles una cosa: suelten el BlackBerry ¡please!