Todo lo que quise yo tuve que dejarlo lejos, es el verso del romance de mi destino, poema del diplomático Abel Romeo Castillo, en la interpretación marinera de las frecuentes misiones navales de las unidades en la vigilancia, patrullaje de la soberanía marítima y protección del patrimonio nacional.
Abandonan lo que quieren, desde a su familia porque dan mayor valor a su abnegado deber de servir a la Patria, a la que han jurado su lealtad, dedicación y entrega de su vida, si fuera necesario, para mantener la paz y tranquilidad de sus hermanos.
La valerosa tripulación argentina del ARA San Juan desaparecido en las profundidades del mar, arranca sentimientos de dolor y consternación por el sufrimiento de sus familias, que no hallan consuelo.
En el interior del submarino, se puede interpretar que existía, como único pensamiento, lograr con habilidad el dominio de las tareas técnico marineras para el éxito en el cumplimiento de su misión. Afrontando verdaderos desafíos para vencer las fallas técnicas como las que provocaron la falta de comunicaciones por avería en las baterías, como fuera reportado el 15 de noviembre pasado.
Con ese reporte del incidente, se abortó la misión acortándose la navegación y debiendo regresar a la base de Mar del Plata, luego de haber surcado desde Ushuaia todo el mar territorial.
En este nivel táctico de la conducción del submarino, no es posible ni corresponde conocer de la capacidad de gestión de la defensa, de los trastornos administrativos y de comunicación, peor aún del manejo de la crisis que les envolvía y de la que dependía su vida.
Entre el Ministerio de defensa y las FF.AA. existía un nivel de tensión, por el manido tema de discusión de los nuevos roles de las FF.AA., que frecuentemente brota al debate político sin la evaluación diagnóstica relativa constitucional, como es común en otras instituciones incluyendo a las militares.
El nudo gordiano se encuentra en las asignaciones presupuestarias para el mantenimiento y entrega de los medios que se venía arrastrando desde años anteriores, sin llegar a una reestructuración institucional con problemas en la gestión de la defensa y la consecuente falla de comunicación entre los niveles de la conducción estratégica institucional.
El Ministro de Defensa se entera de la novedad del ARA San Juan por la prensa y luego del parte del Jefe de la Armada se transmite al Presidente de la República, y con más detalles se vuelve a informar al Presidente. En el “interfaz” se pierde oportunidad de acciones inmediatas en una situación de crisis, reaccionando tardíamente, aun con inmenso apoyo internacional, luego de tres días del percance.
Los sumarios de responsabilidad técnica instalados difícilmente esclarecerán las responsabilidades de la crisis político – estratégica que llegó a la profundidad del mar argentino.