“¿Por qué una sola?, si nos estamos divirtiendo”, fue frase de Lenin Moreno que destacaron medios de comunicación en el reciente fin de semana, pronunciada ante gritos de simpatizantes de “una sola vuelta”.
Además, dijo que prometía devolver el esfuerzo de su militancia tras “las elecciones de abril del 2017” –mes de la segunda vuelta- siendo que la primera –y única en el caso que un candidato alcance al menos 40% de los votos válidos, salvo que respecto a quien llegue en la segunda posición sólo tenga una diferencia menor a diez puntos porcentuales – va a ser el 19 de febrero del 2017.
Serán de una ingenuidad inexcusable los que crean en la supuesta resignación de Moreno a una segunda vuelta.
Con todo se empujará para sobre pasar el 40%, seguros que el fraccionamiento de los otros candidatos hará imposible lo de la distancia de menos de diez puntos porcentuales, entre el primero y el segundo candidato mejores votados.
El ingreso del gobierno al proceso electoral con la consulta innecesaria sobre los paraísos fiscales, con recursos estatales y un costo que puede sobre pasar los USD 4 millones, cuando podrían reformar la ley con la mayoría absoluta que tiene en la Asamblea Nacional en el sentido de la consulta, evidencia que todo será utilizable por el gobierno para llegar al 40%. Fraude electoral no es solo alterar escrutinios sino también manipular procesos.
Y en aquello de que “nos estamos divirtiendo”, puede ser.
La ley de la plusvalía puede ser parte de la diversión: arrinconar a propietarios que tienen una sola vivienda a que se los castigue hasta el 75% de diferencia de precio entre el de adquisición y el de venta, si requiere o decide vender su única vivienda, bajo la tacha de castigar la especulación inmobiliaria, sin que en el costo de la vivienda se considere lo que cueste reparaciones o mejoras que se le introduzcan –en diez años posiblemente pueden llegar al 40% del precio original-, ni los costos financieros de la adquisición, ni contribuciones de mejoras, ni cuotas de urbanización: lo más parecido a un atraco impuesto desde el poder.
Y en la diversión ¿estará la actitud y el vocabulario de una ex jueza que no se diferencia de manifestaciones de prepotencia de otros que no son grabados?
¿O la conducta de un director de medio público que agrede físicamente y de palabra, a una estudiante de periodismo que había amanecido y permanecido en su departamento cercano al Malecón de Guayaquil, después de momentos de intimidad, haciendo su limpieza, pero no se había retirado, además grabándola, dándole un uso humillante a la grabación, al entregársela a un tercero que la reprodujo?
No lo creo en Moreno.
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