La magnitud de la tragedia ocasionada por el terremoto y el inmenso dolor que nos marcó, tapó varios de los temas que merecen comentario.
Uno de ellos es el rol de la sociedad en un mundo en el que, por diversas vías, adquiere protagonismo en el debate e incide, aunque sea de modo indirecto, confuso a veces, en las corrientes de la vida pública.
El presidente Correa fue al Vaticano para hablar en un acto académico que conmemoraba el vigésimo quinto aniversario de la Encíclica Centéssimus Annus, promulgada por Juan Pablo II, el papa conservador, hoy santo de la Iglesia Católica, cuyo protagonismo fue clave en el fin del sistema llamado del ‘socialismo real’, el derrumbe del poder de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín. Nadie desconoce que fue la propia Iglesia la que se refirió al capitalismo salvaje y al abandono del rostro social que a veces esa manera de entender el mundo conlleva.
El Presidente ecuatoriano habló de la importancia que debieran tener las personas sobre el capital, algo en lo que tiene razón plena. Pero fue ostensible ese afán reiterado de denostar la labor de los medios de comunicación cuando son privados y la obsesión por cuestionar el lucro que la actividad de las empresas periodísticas puede alcanzar. Es como si ese concepto del control estatal sobre todas las cosas fuese deseable también para los medios y la actividad de los periodistas. Como si los medios debieran divulgar solamente y a los cuatro vientos la ‘verdad oficial’ o esa sola versión desechando las demás en una sociedad que, por naturaleza, es plural y diversa. Acaso esa concepción privilegia el estado de propaganda en desmedro de lo que el poder llama despectivamente el estado de opinión. Parece que sí.
Pero más allá del tema de la comunicación, el Presidente aprovechó la ocasión en un foro como el Vaticano (¿por que allí?), para decir: ‘ mucho cuidado con la definición de la sociedad civil porque podría ser peligrosa en democracia’.
Toda una expresión ‘de colección’ y materia de análisis. El que un político, y más, un Presidente, considere peligrosa la sociedad civil es grave. Lo es mucho más si el discurso de la supuesta revolución ciudadana se basó en dar protagonismo a esa sociedad civil y hasta se creó todo un poder del Estado para darle sitio.
Es verdad que ese organismo no ha sido democrático, actúa pegado al poder imperante y muestra poco espacio para defender las iniciativas ciudadanas que en estos largo 9 años de correísmo se han visto ahogadas, debilitadas o atacadas, como el caso de los Yasunidos, por ejemplo.
Ahora que se forma un comité de reconstrucción para las zonas afectadas por el sismo, se acude otra vez a la concepción vertical del poder, con la prelación a la exclusión del distinto, del disidente y sin mirar ese ancho cauce que canaliza y representa la sociedad civil organizada en cámaras, sindicatos y entidades que al poder no le gustan para nada. Son peligrosos.