Sociedad dejó de cuidar a jóvenes

¿Puede sobrevivir una comunidad que no valora a sus jóvenes?, pregunta James Rachels en su ‘Introducción a la filosofía moral’. Para todo grupo humano, sus niños y jóvenes son el puente hacia el mañana, receptores y albaceas de valores y posibilidad de trascendencia.

La sociedad argentina dejó de valorar y cuidar a niños y jóvenes. Y el fenómeno tiende a naturalizarse. Psicópatas afectivamente desairados, mafiosos, ladrones e incluso policías asesinan a chicos.

Cantidades no contadas de jóvenes se matan alcoholizados en las rutas (las estadísticas se quedan cortas, cada pueblo o ciudad llora los propios). Sobredosis de droga y comas alcohólicos son pan de cada madrugada entre viernes y domingos, los médicos de guardia dan fe de ello con desaliento ante oídos sordos. Se los incluye en actividades no aptas (el karting infantil es una irresponsabilidad adulta, por ejemplo). Son altos y dolorosos los costos del descuido.

Demasiados padres se despreocupan y creen que su función es comprarles todo, enviarlos a colegios caros, darles "libertad" (desentenderse de poner límites a partir de valores), ser "amigos" (privarlos de una referencia adulta) o llenarles la agenda de actividades que los ocupen para que el ejercicio de la paternidad y la maternidad no sea cargoso.

Los funcionarios educativos de diversos niveles los convierten en estadísticas, en powerpoints o en objeto de discursos oportunistas, vacíos y populistas (con una notebook por alumno no se cuida a chicos reales, con necesidades verdaderas).

Gobernadores e intendentes ponen cara de circunstancia ante las tragedias. Varias industrias (del alcohol, la comida chatarra, la conexión tecnológica, de la noche, del entretenimiento, entre otras) los usan como mercado y los vampirizan.

Como Cronos, el titán griego que devoraba a sus hijos por temor a ser destronado por ellos, una parte significativa de nuestra sociedad, que incluye a representantes de todas las actividades y clases sociales, malogra serialmente la vida de sus hijos.

¿Qué les sucede a esos adultos? ¿Qué los distrae de sus responsabilidades? ¿Qué urgencia (de diversión, de acumulación económica o material, de arribar, de pertenecer, de figurar, de tener, de poder... ¿de qué?) los abduce?

Todos culpan a todos. Padres a autoridades. Autoridades a padres. Todos a dealers, delincuentes y comerciantes. Muchos a la mala suerte. Responsabilidad cero, en tanto se pierden vidas breves y futuros largos.

Sin modelos y presencia adulta nutricios, el futuro es de pronóstico sombrío.

Dice Rachels: "Los niños a los que no se cuida deben ser la excepción, no la regla".

En la Argentina, otra vez, la excepción es regla..

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