El Socialismo del siglo XXI en América Latina son tantos como los países que conforman ese mundillo caudillista, antirrepublicano, caótico y con vocación autoritaria. Se unifican en el antiamericanismo, en la convicción de que los individuos deben estar al servicio del Estado, y no al revés, en el desprecio al mercado, y en la superstición de que el caudillo sabe todo lo que les conviene o perjudica a los ciudadanos, pero son muy distintos.
Los gobiernos que lo integran son Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Sin la dictadura cubana no existirían los otros cuatro. Cuba les enseña lo aprendido de la URSS en sus 30 años de complicidad con el mundo comunista: destreza en dirección estratégica, labores de inteligencia, métodos de control político y social, carpintería institucional, propaganda y redes internacionales de ayuda. Además del personal sanitario y entrenadores deportivos -una tapadera-, menos importante.
La gran paradoja es que Raúl Castro ya dejó de ser marxista-leninista y lamenta la época en que con su hermano precipitó a la isla hacia el comunismo, pero la única mercancía que tiene para vender es la fabricación de jaulas totalitarias. Eso es lo que Hugo Chávez le paga a precio de oro: ciento ocho mil barriles diarios de petróleo más otras formas encubiertas de subsidio y corrupción que elevan la cifra final a más de USD cinco mil millones. Raúl no comparte los planes de conquista planetaria chavecista, pero el cliente siempre tiene la razón.
Chávez se percibe como el heredero ungido por Fidel. Su delirante fantasía es triunfar donde fracasó Moscú. Dirigir un amplio campo antioccidental en el que cabe cualquiera que odie a las democracias liberales. Él se considera marxista-leninista, pero no busca la uniformidad ideológica, sino crear un bloque unido por el rechazo al modelo parido por Occidente desde la Ilustración.
El problema de Evo Morales es que odia el progreso y el desarrollo occidental. Su socialismo no es el del siglo XXI, sino el del XV, antes que llegara Pizarro.
El experimento socialista de Rafael Correa fue definido por René Ramírez, a cargo del Secretariado Nacional de Planificación y Desarrollo de Ecuador (Senplades): “El nuevo Socialismo es un biosocialismo republicano orientado a construir una biópolis, una sociedad del bioconocimiento, de servicios ecoturísticos comunitarios y de productos agroecológicos, liberando tiempo para el ocio creador, para el erotismo, para el arte y la artesanía, para la indagación existencial, para la fiesta y la celebración, para la minga”. (¡Pobre país, Dios mío!).
El nicaraguense Daniel Ortega dejó de creer en el comunismo. Hoy es un neosomocista. Ese es su socialismo del siglo XXI. Quiere mantenerse en el poder con un elemento clave que utilizaban los Somoza: la corrupción. Su compraventa de conciencias y voluntades cuesta USD mil millones anuales facilitados por Chávez.