Analistas políticos y académicos coinciden en que el tan publicitado Socialismo de Siglo XXI se halla en su ocaso y que las peroratas de los pocos gobernantes de esa ideología que aún subsisten son una especie de estertores que presagian el final de un ciclo político en Sudamérica.
El concepto de Socialismo del Siglo XXI surgió en 1996, como idea de Heinz Dieterich Stefan.
Su principal partidario en esta parte del Continente fue el comandante Hugo Chávez, quien lo difundió con vehemencia en enero del 2005, durante el V Foro Social Mundial y luego lo propició en países de Centro y Sudamérica y encontró mayor eco en los gobernantes de Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Sin embargo, estudiosos del tema opinan que el único país en el que funciona de verdad este neosocialismo es Noruega, donde se combinan con éxito actividades de libre mercado y la intervención estatal.
Chávez pregonó también el pensamiento de Giulio Santosuosso de que “en el Mundo actual está en curso una amplia realineación ideológica, consecuencia del cambio de paradigmas en la economía y que el viejo modelo socialista ha muerto, pero todavía no han aparecido nuevos criterios que permitan la realineación conceptua”.
Su tesis es que el camino más expedito para alcanzar una sociedad más justa es con una alianza entre el Socialismo y el Liberalismo, “una vez que el Socialismo haya dejado de lado el estatismo y el Liberalismo haya dejado de lado el capitalismo”.
En el campo de la realidad, los graves reveses que han sufrido y siguen sufriendo los gobiernos de los países inmersos en el Socialismo del Siglo XXI y en ideologías similares han dado lugar a la convicción de que se hallan en el ocaso, como resultado del fracaso del sistema, que se refleja en el dispendio de los fondos públicos, la corrupción sin precedentes, la prepotencia y abuso del poder, la conculcación de las libertades fundamentales, el control de todas las Funciones del Estado, el irrespeto a la Constitución y leyes, etc., lo cual ha sido denominador común de los gobiernos de esa tendencia política.
Los casos más pavorosos son los de Venezuela, donde, ante la crisis en la que está sumido el país, la gran mayoría ciudadana anhela destituirlo con sujeción a las normas vigentes, pero él impide con malas artes y se aferra al cargo.
En Brasil la corrupción ha sido de tal magnitud que han resultado implicado el ex mandatario Lula da Silva, símbolo de pulcritud, y la presidenta Dilma Rousseff, que fue destituida por el Congreso, que cumplió rigurosamente el proceso constitucional establecido.
En Argentina, la familia Kirchner y sus allegados transportaban en bultos el dinero mal habido.
Sin embargo, en sitio prominente del edificio de Unasur, en la Mitad del Mundo, se erigió un monumento a Néstor Kirchner, el conspicuo ex mandatario gaucho.
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