Columnista invitado
El canciller Patiño anunció que daba por terminada la cooperación con Alemania en temas medioambientales y ofreció devolver a Berlín los 7 millones de euros recibidos por esa cooperación. Recordó, con una invocación a la soberanía, que el Ecuador ya no es colonia desde hace tiempo. Y el presidente Correa repitió la soberana oferta de devolución, y agregó que, si quisieran, hasta les donaría una suma análoga “para cursos de capacitación, respeto, en soberanía, en derecho internacional”.
El origen de esas ásperas declaraciones es, según informa la prensa, el deseo de un grupo de legisladores germanos de visitar los proyectos de explotación petrolera en el Yasuní y de reunirse con representantes de organizaciones ambientalistas ecuatorianas. Como se conoce, el Gobierno vetó la visita.
No entiendo el porqué de ese tono pendenciero. Hasta si hubiese razones proporcionadas de defensa de soberanía, un lenguaje firme no debe transitar por caminos que rayan en la ofensa. ¿Tienen sentido esos alardes? ¿Y guarda coherencia invocar a renglón seguido el respeto?
Si de soberanía y de derechos internacional se tratan ¿cómo explicar ese lenguaje “tan diplomático” con Alemania, mientras se muestra tanta condescendencia con Corea el Norte cuyo Gobierno es uno de los regímenes más ofensivamente violadores de los derechos humanos? En ese caso se invocó una forma, un procedimiento, para votar en contra de una resolución en la que se alienta al Consejo de Seguridad a considerar la entrega del expediente de esas violaciones a la Corte Penal Internacional.
La respectiva Comisión de Investigaciones de las Naciones Unidas ha denunciado crímenes de lesa humanidad por parte del Gobierno de Corea del Norte: torturas, tratos crueles, detenciones arbitrarias, penas de muerte por razones políticas y religiosas, ejecuciones extrajudiciales, entre otros actos repudiables, son parte del historial del régimen de Kim Jon-un.
Ecuador votó junto con Cuba, Bolivia, Venezuela, Irán, Siria, Bielorrusia, Rusia, China. ¿Es ese alineamiento un ejemplo de conducta soberana?
Y no es el primer caso. En 2012 votó el Ecuador en contra de otra resolución de las Naciones Unidas que condenó las “sistemáticas violaciones de los derechos humanos cometidas por parte del Gobierno de Siria”. Entonces se opusieron a la condena Corea del Norte, China, Rusia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
Y meses después, el país se abstuvo de votar en la reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU a favor de investigar la masacre de Hula, en Siria. En fin, curiosa manera de practicar las declaraciones de soberanía en la política exterior del país.
En cuanto a la devolución de 7 millones de euros y la oferta de entregar otros 7 millones para un curso de soberanía y derecho internacional, ¿tiene el Gobierno dinero de sobra para tan soberana oferta? ¿Y el Presidente y el Canciller están autorizados por las leyes para sacar del bolsillo del pueblo esa suma que, para los ciudadanos de a pie, resulta astronómica: pero que, para los poderosos del Gobierno, parecería ser una puchuela?