Columnista invitado
Se define soberanía de muchas maneras, pero quisiera referirme a dos de ellas. La soberanía ejercida por el principal ejecutor de la misma que el pueblo de un país, es decir su gente, y la soberanía conceptualizada en el derecho internacional.
Según Jean Jacques Rousseau: quienes tienen el derecho a ejercer soberanía en una nación es la gente que lo habita. Sin embargo, cada individuo se enfrenta a la dualidad de actuar como soberano y también como súbdito de manera simultánea. Las personas se involucran a la hora de crear la autoridad mientras que, a la vez, están sometidas a esa misma autoridad que ayudaron a desarrollar. En definitiva, la soberanía de un país debe ejercerla el pueblo y por lo tanto la misma es delegada a los ciudadanos, y ellos tienen que tener la capacidad de someterse a la misma actuando en concordancia.
Por otro lado, desde el punto de vista del derecho internacional, la soberanía es la capacidad que tiene un estado de ejercer el poder en defensa del mismo estado. La soberanía es ecuatoriana y es ejercida por ecuatorianos, por lo tanto, solo puede ser delegada a ellos y ellos deben someterse a esta de manera continua. En este tema, como se acostumbra a decir en algún juego de cartas nacional, los mirones son de palo, en este caso no solo los mirones sino también los invitados.
Julián Assange huésped de nuestro país, y que vive en territorio ecuatoriano, obviamente soberano, no puede hacer declaraciones sobre temas internacionales que atenten contra el pensamiento, opinión y postura del gobierno y del pueblo del Ecuador. Inclusive si la postura fuere coincidente, él no está autorizado a hacerlo.
La buena práctica diplomática, prohíbe a los asilados, invitados muy formales, comentar temas que puedan comprometer al país que lo asila y deben mantener la boca cerrada, por no ser parte de un estado, ni del pueblo que lo forma.Es más que sorprendente, que uno de nuestros invitados haga declaraciones y nadie le diga nada, particularmente considerando la posición que tiene el Gobierno en temas de soberanía.
La falta de conocimiento y la permanente novatada diplomática del gobierno podrían atribuirse a la indefinición, no es la primera vez que ocurre. En este caso las continuas advertencias y el tiempo que Assange esta asilado, no encuentran respuesta en esta justificación. La embajada en Londres, la Cancillería y el Gobierno han aceptado que Assange haga y diga lo que considera apropiado.
La soberanía es exaltada cuando se trata de países del imperio, de acuerdos de libre comercio, de la opinión y comentarios de los medios de comunicación internacionales, o de cualquier intervención nacional o internacional que no está en la línea de pensamiento del régimen. Pero esta no existe cuando se trata de un individuo que no acata las condiciones de asilado y dice lo que le parece.